La cena estaba especialmente deliciosa, y la compañía de Anna la hacía aún mejor. Todos los demás iban a la suya, haciendo un poco lo que era habitual. Lo que más me llamaba la atención era una de las nuevas incorporaciones; Raiden, y sus intentos por compartir mesa con Cassandra, Keyleth y Maya.
A ese tipo sin duda la iba el sadomasoquismo. En concreto, la segunda parte de la palabra.
A pesar del divertido barullo entre el gran Baelor y el famoso Baskier, no aparté la vista ni de los guardias ni de los encapuchados. Mis ojos alternaban entre un grupo y otro. Tenía experiencia de sobra como para saber que unos guardias nerviosos y unos encapuchados misteriosos en el mismo salón eran la perfecta combinación para los problemas.
Y no pillarían a este lancero con la guardia baja.
Tomé a Anna de la mano, preocupado. Tal vez esos encapuchados fueran miembros de cierta organización que estaba tardando demasiado en extinguirse...
La cena estuvo DE-LI-CIO-SA. ¿Que también podría influir el hecho de haber pasado tanto tiempo comiendo cosas que ni fu ni fa en el desierto? Podría, claro. Reiko y yo éramos expertas en colarnos y pillar algún plato más sin que nos pillaran, ¡no íbamos a permitir que sobrara comida y luego la tirasen, por supuesto!
Estaba hasta chupándome los dedos cuando caí en la cuenta. —Oye, ¿crees que seguirán enzarzados?— me refería claramente a Irvine y al rey felino. Erguí la espalda y estiré el cuello como un avestruz para ver si conseguía verlos por allí. —Me sabe mal. Ha pescado ese atún, debería probarlo.
Entré en la cocina como Pedro por su casa. —Permiiiiiso, ¿me dais un táper o algo? Voy a llevarle algo de atún al que consiguió pescarlo.
No había podido echar una mano en la elaboración de los platos, pero tampoco era necesario para que salieran unas exquisiteces. Intentaba comer tranquila para reponer fuerzas, pero la canción de fondo estaba empezando a crisparle los nervios, podía verse en el brillo de sus ojos y en cómo apretaba el tenedor hasta clavarlo en su mano.
Se puso en pie con fría tranquilidad y cruzó el comedor, la madera crujiendo amenazante con cada uno de sus pasos mientras buscaba el origen de esa irritante voz. Sabía quién era, solo debía encontrarlo. Pero Baelor lo hizo antes, salvándole el pellejo de ser increpado previamente por la piromante. — ¿No sería mucho más rápido si lo matas?— Baelor no parecía de los que titubearan al respecto, y sin embargo aguantaba las burlas de un bardo felino con pocos sesos. Viendo que quizás su propuesta sería demasiado para la débil moral que parecía reinar entre los del gremio, pensó en otra opción igualmente válida. — O dejarle sin voz— añadió mientras se encogía de hombros, clavando una mirada asesina en el bardo.
Deliciosa comida, en compañía de gente interesante y mujeres hermosas: ¿qué más podía pedir?
-Okey: comandantes de organizaciones, nobles, mercenarios... Solo falta que me digan que también hay un Dios como miembro oficial -pensé en mis adentros tras indagar sobre la identidad de la elfa y reconocer a su guardaespaldas, quién no parecía muy contento con la presencia de un bardo y sus cánticos...
Si bien era un claro defensor de las mujeres, y no dudaría en encarar a cualquiera que las incordiase, la manera en la que Kally fue hasta el bardo, soltando aquellas amenazas y básicamente matándolo con la mirada de siete maneras distintas, provocaba que me plantease dos veces si era buen idea intervenir en los asuntos de la chica... Me encantaban las mujeres, pero también me gustaba bastante mi vida...
-¿Quién me pone al día? ¿El bardo le puso los cuernos o...? -comenté a las chicas en cuya mesa me había hecho ya un lugar, esperando que al menos una me explicase el motivo del odio de la rubia a los cantos del bardo. ¿A quién no le gustaría que cantasen sobre sus aventuras...? -. Qué falta de espíritu...
Anna mira extrañada a Athan y tras ver su expresión le acompaña sin oponer resistencia alguna.
Mientras tanto Kally se acerca a Basker a intimidarle.
—Espera, ¿quién eres tú? Dudo que nos hayamos conocido antes, jamás olvidaría a una mujer tan hermosa.
—Ella es Kally, estúpido cantamañanas. Ya se quitó de encima su maldición.
—¿Oh? ¿Tú eras esa niñita? Vale... te juro que la canción la compuse con buenas intenciones, para daros fama. Pero si os molesta tener más siempre puedo dejar de cantarla...
Raiden no parece entender qué está pasando entre la muchacha y el bardo, y Uwyn se acerca.
—Verás, mi hermana Melinda, Anko, Reiko y yo ayudamos a ese bardo con un asuntillo al que mi otra hermana Kally se negó porque tenía que atender un asunto personal. Ayudamos a esa fuente de problemas con laúd y no se le ocurre otra cosa que componer una canción vergonzosa para nosotros. Es un viejo amigo de mi padre, Baelor— señala al veterano mercenario.
Al contrario que Kally, Uwyn parece más calmado. Pero Raiden comprende que tampoco le ha agradado mucho la canción que, por otro lado, no está nada mal.
Anko va a salir de la posada pero se encuentra en la entrada a Irvine. El felino tiene marcas de haberse llevado varios manotazos en la cara y parece alicaído.
—Siento el espectáculo de antes, me invadió la furia cuando ese imbécil te besó. Quería hablar contigo y disculparme apropiadamente por lo del otro día, pero supongo que lo eché a perder por mis celos. Espero que disfrutarais del atún que os pesqué.
De repente uno de los guardias se incorpora alterado.
—¡Basta! ¡Me da igual si me abren un consejo de guerra, pero no pienso quedarme aquí esperando a que nos aniquile ese ejército de hielo!
—¡Cálmate!— le espeta un compañero, quien también parece preocupado.
Tras gritar eso se dirige rápidamente hacia la salida, encontrándose con Anko e Irvine.
Por fin gozamos de un buen desayuno en calma e intimidad. La idea es disfrutar el momento y aprovechar que no hay nada importante para atender pequeñeces de la vida como la decoración del hogar que estamos construyendo:
Quería algo minimalista, además en cualquier momento podríamos tener que reformar el espacio —Basker empieza a entonar la canción de los hijos de Baelor con lo que Uwyn se levanta para dar apoyo cubriendo la noticia.
Me hundo en la mesa como si fuera el nivel de las aguas termales y cierro los ojos para tratar de que todo acabe antes.
"Siempre ha de pasar algo"
Nada terminará sin afrontarlo, observo a donde se ha dirigido Uwyn, Keyleth me recuerda a Palax por un momento, a quién busco alrededor de forma instintiva, tal vez un poco preocupada por como afecte la canción al complicado equilibrio familiar de Uwyn sin sentir que pueda intervenir para ayudar.
Empieza una discusión sobre como afrontar una posible masacre por parte de los guardias, me levanto con seriedad y me dirijo a ellos. De camino busco a Shinji, Havoc y Uwyn; en quienes confio siempre que se trata de afrontar peligros y cuando me aseguro de que me han visto trato de leer la mente de alguno de los encapuchados, temiendo que estén relacionados.
Lo siento, no he podido evitar escuchar —me presento ante el guardia que queda—... Soy una mercenaria, me llamo Amy —me inclino formal aunque muy brevemente—. ¿Qué ocurre? Me gustaría evitar ese consejo de guerra.
Eimi no tarda en localizar a Shinji, Havoc y Uwyn. Los dos primeros están sentados en una mesa, acompañados por Dave y Shariel. Y Uwyn está con Kally, Baelor y ese bardo felino.
Tras inspeccionar los pensamientos de los encapuchados frunce el ceño preocupada.
El guardia que quería salir corriendo de la posada se gira hacia ella visiblemente nervioso.
—Un ejército gigantesco de monstruos de hielo avanza hacia la capital. Nuestros batidores dicen que los lidera un criomante llamado Gunnar el Gélido.
Ante la mención de ese nombre Keyleth y Nizel se levantan de golpe y provoca cierta reacción en Raven.
—¡No puede ser! ¿Él otra vez? Ese maldito loco...
Havoc suspira hastiado.
—Otra vez ese pirado. El pasado vuelve para abofetearnos.
Al leer la mente a los encapuchados descubres que son miembros del Puño de Plata buscando pistas sobre Nathan, Pyros o Anna para capturarles. Por fortuna no han reconocido a la druida gracias a al cambio de su color de cabello. No parecen tener nada que ver con la preocupación de los guardias azurdistaníes.
Sin dudarlo me meto en la mente de Ana para advertirle de la búsqueda que hay sobre ella por parte de los encapuchados, luego hago lo mismo con Havoc quién es el responsable de la expedición y además puede comunicar grupalmente lo que está ocurriendo.
Anna de repente aprieta más tu mano y señala con la mirada hacia los encapuchados.
—Son del Puño de Plata. Eimi me acaba de avisar telepáticamente— te susurra mientras mantiene un perfil bajo tratando de mantenerse oculta entre la multitud.
No tardo nada en echar un ojo a Havoc con cara de circumstancias.
¿Quién es? —pregunto sabiendo que el hecho de que no le de importancia no significa que no la tenga—. ¿Lo habrá traido de vuelta «él»?
Obviamente hablaba de Gilbert, quién no deja de crear nuevos problemas para destruir nuestra integridad.
—Gunnar el Gélido es un mago y ex-profesor de la Academia Arcana que se volvió loco y se obsesionó con congelar a gente. Una compañera del gremio tuvo problemas con él en el pasado, y en la última batalla contra él perdió la vida su novio. Dejó el gremio después de eso. Quizás si la hubiéramos ayudado quizás habríamos detenido a ese tipo hace varios años. Pero ahora está aquí con un ejército de hielo y quizás ya sea demasiado poderoso como para detenerlo. De hecho ni siquiera Nathan pudo atraparle en su día, cosa que debería habernos puesto en alerta. Fue un grave error no prestarle su debida atención en el pasado y probablemente lo vamos a pagar ahora— afirma con resignación.
Al escuchar el nombre Kally lo reconoce: Gunnar era profesor de arte y era tremendamente bueno creando esculturas de hielo, Le suena que él tenía una hija que estaba muy enferma y que él abandonó la ciudadela tras un incidente en el que congeló hasta la muerte a varios estudiantes.
PD: Editado para añadir que fue profesor de la Academia Arcana y lo que sabe Kally de él.
Al oír las palabras de Anna, volví a mirar en dirección a los encapuchados con discreción, pero con bastante más hostilidad. ¿Casualidad o tal vez nos estaban vigilando? Habíamos sido cautos de no pronunciar su nombre en voz alta, menos su apellido. Y llevaba el cabello teñido de negro...
Seguramente sería casualidad, pero mejor no relajarse. Que ellos fueran tan pocos y todos los del gremio que habíamos ido a Azurdistan estuvieran allí presentes me tranquilizaba. Y tal vez el actuar con normalidad en lugar de habernos marchado sirviera para alejar posibles sospechas.
Por el momento era mejor no levantar sospechas y seguir actuando con indiferencia.
Y por otro lado, estaba lo del tal Gunnar y su ejército de hielo. Más los motivos de nuestra presencia allí. Parecía que ese reino era un imán para los problemas...
—Siempre actúa demasiado rápido e impulsivo, no me da tiempo a apartarlo— me rasqué la cabeza. Era evidente mi nerviosismo y preocupación. —Mira, Irvine, sé que no hemos estado bien y quizás huir no fue la mejor opción, pero todo era demasiado... confuso... y agobiante— suspiré y tendí el plato de pescado hacia él. —El atún está delicioso, pero para que lo cocinaran nos ha tocado repartir. Te llevaba un poco.
Los encapuchados se dirigieron hacia nosotros, que tapábamos la salida. —¡¿No podéis tener un poco de consideración?! ¡Estamos tratando serios asuntos sentimentales!— odiaba a la gente que arramblaba con los demás como si nada importara salvo ellos.
Pero Eimi, que vino a indagar, terminó por animarlos a decir lo que les inquietaba. ¡Monstruos de hielo! De un... ¿fríomante? ¿congelamante? Mira, no recordaba el nombre técnico, tampoco importaba.
—Tendremos que deshacernos de él— hice chocar mis puños. —No sé por qué viene, pero no pienso dejar que destruya la ciudad.
— Ser hija de un "picaflor" no es agradable de escuchar, mucho menos de labios de un burdo bardo como tú— sí, estaba cabreada. — ¿Te crees que alimentas nuestra... -¿Cómo has dicho? ¿"Fama"?- cantando esas mierdas?— su mirada estaba encendida, parecía que podría prender fuego a algo o a alguien en cualquier momento.
La intervención por parte de los encapuchados distrajo su atención brevemente, lo suficiente como para acertar a escuchar el nombre de uno de los profesores de la Escuela Arcana de labios de Havoc.
— Gunnar— musitó su nombre. Al principio lo recordó vagamente, luego con mayor claridad. ¿Qué hacía tan lejos? No lo recordaba especialmente cuerdo, quizás algo excéntrico, pero creía que lo ocurrido en la Escuela había sido un accidente. Al parecer era un lunático.
—Pues llegará como dentro de una semana— asevera el guardia —Hay mucho nerviosismo entre los hombres y el general Drakyon anda frenético tratando de frenarlos. Solo espero que nuestro rey haya podido regresar a la capital a salvo...
Irvine chasquea la lengua.
—Tsk. Los peores temores de Karen se cumplen...— prueba en un momento el plato de atún y le salen lagrimones —Está rico... qué lástima que no pueda quedarme para comer un poco más ni hablar contigo, Anko, pero sabes que tengo que irme con mis compañeros.
—Un momento, ese atuendo... ¿no serás un soldado extranje...?
Irvine se va corriendo de la posada, perdiéndolo de vista. El guardia azurdistaní se quedó señalándolo con el dedo pero al final se encoge de hombros.
—Da igual, tengo mayores preocupaciones ahora mismo. Me voy a casa para ver si puedo evacuar a mi familia o al menos llevarla a uno de los refugios que se están preparando.
Él y los otros guardias se marchan. Y lo mismo hacen más tarde los misteriosos encapuchados. Jurgen sale de detrás de la barra muy serio.
—Reconozco esta sensación. Se avecina una batalla muy dura. Más vale que os preparéis muy bien esta semana.
Cierro escena. Seguiremos en la escena Arco de Azurdistán: La batalla del ejército de hielo