Shinji te mira cuando le hablas.
—¡No te creas! ¡El cabrón de Havoc es muy de usarnos de escudos humanos!
Mientras Morgana se retira le preguntas a Shariel.
—Sí, una increíblemente hábil. Es capaz de reimplantar partes amputadas si están enteras. La pena es que lleva una temporada muy deprimida porque falleció alguien muy querido para ella.
Minutos más tarde vuelve a bajar las escaleras Morgana, acompañado por dos personas rubias, un chico y una chica.
La chica va cabizbaja y en absoluto silencio, se acerca a Shinji y tras concentrarse un poco lanza un conjuro que lo deja completamente nuevo. Ya viste a sanadores curar heridos, pero no a ese nivel.
Una vez acaba de atender a Shinji se da media vuelta con intención de volver a subir las escaleras, pero el otro chico la detiene.
—Hermana, no deberías volver a encerrarte.
—Lo siento, no tengo ánimos ni ganas, Einar.
—Vamos Iliana. Einar tiene razón, no puedes seguir así.
—No puedo escoger cómo sentirme, Morgana. Prefiero seguir estando a solas.
Con esas palabras, Iliana vuelve a subir las escaleras. Einar y Morgana se miran preocupados.
—Yo ya no sé qué hacer. Sigue culpándose por la muerte de Naleth.
—... estoy cansada de explicarle que aquello ocurrió por mi descuido. No puedo más, Einar, me duele ver así a tu hermana.
Shariel suspira.
—Rayos, esa chica no logra superarlo. Verás, Naleth era la persona de la que estaba enamorada, murió protegiéndola de un engendro. Ellos vienen de una especie de futuro alternativo, al igual que Morgana. Es una historia larga.
Dejando de lado la opinión de Shinji sobre Havoc, la de Shariel sobre Illiana despertaría una gran curiosidad en mi, una que se volvería en sorpresa e interés al ver a la chica en cuestión llegar y demostrar sus dotes curativos. Habían muchas historias de personas con grandes poderes capaces de aterrorizar a todo el reino, pero ninguna de alguien con tales poderes para sanar a personas: y aún así, parecía que ni siquiera ella podía sanar su corazón...
-Hmph... -sin desear meterme donde no me llamaban, vería la escena del grupo intentando dar ánimos a aquella chica, intentos inútiles que no evitarían que se fuese a su habitación donde, según tenía entendido, se la pasaba encerrada ahora. -. Suena complicado, sí... -concluí ante la explicación de la elfa peliverde, con cierta expresión de disconformidad. -. ¿Debería intentar hablar con ella...? Escuchar a personas que conoces intentar apoyarte no siempre funciona, pero que un desconocido lo haga igual te hace ver las cosas desde otro punto de vista...
—Yo no me entrometería. Dudo que las palabras de un completo desconocido pudiera hacer algo. En todo caso podrías hacer que su hermano se pusiera a la defensiva— explica —En fin... voy a que me dé el aire. ¿Me acompañas, Raiden?
-Supongo que tienes razón... -admití un tanto inconforme, siendo que dejar a una chica con sus problemas sin darle mi apoyo no era lo mío, incluso si era una completa desconocida, pero si Shariel que le conocía mejor decía que no lo intentase, lo mejor seria hacerle caso... -. Encantado -respondí entonces de mejores ánimos a la propuesta de la elfa, enseñándole mi mejor sonrisa y haciendo un gesto de "tu primero" para seguirla.
Shariel esboza una sonrisa y sale primero al patio trasero de la posada. Cuando sales escuchas claramente un martilleo constante, procedente de una parte de ese patio.
Ves que el patio es amplio y, aparte de tener en medio un árbol (que no sabes de dónde ha salido ni qué hace en una tierra tan inhóspita como este reino), ves que tiene una zona con unos pocos cultivos (cosa que te llama la atención pues si una cosa que tiene Azurdistán es problemas a la hora de tener cultivos propios por el terreno árido), otra zona donde hay muñecos de entrenamiento y algunas cosas para entrenar, y una forja de piedra improvisada donde un terriblemente atractivo elfo está trabajando intensamente en una barra de metal incandescente. Por su musculatura parece que está acostumbrado a trabajar en la herrería.
Shariel se acerca a su congénere muy animada.
—¿Trabajando a estas horas, Valaren?
—Ajá...— responde escuetamente, concentrado en su trabajo.
—Ya veo, intentas distraerte para no andar echando de menos a Kally, ¿verdad?
Al elfo se le escapa el martillo de forma bastante cómica, y Shariel se ríe.
—Vamos, aparta tus ojos de la forja un rato, que tengo que presentarte al nuevo. Él es Raiden. Raiden, él es Valaren Sure, el hermano mayor de mi mejor amiga y el herrero del gremio. Dudo que encuentres a nadie mejor que él en el resto del mundo, salvo si te encuentras con su maestro.
Valaren alza la vista y te mira.
—Un placer, Raiden. Si necesitas que te forje algo o te repare alguna cosa, házmelo saber.
Acto seguido el elfo vuelve a calentar el metal para seguir trabajando.
—¿Sabes, Raiden? Estuve muchos años detrás de él, intentando seducirle de forma descarada pero nunca logré que apartara su atención de la forja. Me adelantó por la derecha una piromante humana que muy inteligentemente empezó ayudándole en la forja con sus conjuros.
—No es solo eso, ella no estaba constantemente intentando distraerme de mi trabajo plantándome sus pechos delante de la cara.
-Diablos, estos trabajos siempre hacen ver a la gente más apuestos de lo que realmente son... Pero no caeré, mi heterosexualidad logró soportar el conflicto de los traps, podrá con un herrero elfo -me dije mentalmente antes de ver el intercambio de palabras entre los presentes antes de las presentaciones. -. Un gusto, Valaren.
Por supuesto, no podía ser otro encuentro sin una interesante historia de por medio, siendo que la opinión del elfo sobre los métodos de seducción de Shariel me sacan una ligera risa.
-Vaya, si solo se necesita ser herrero para atraer tu atención igual y me tengo que plantear cambiar de profesión -aseguré bromista a la elfa.
—Mejor no, que los herreros suelen casarse con su fragua. Los herreros me ignoran— bromea.
En ese momento salen al patio Elsa, la hija del posadero, con la pequeña Candy. La primera lleva una pelota de cuero.
—Oh. ¿Estáis aquí? Esperamos no molestar, voy a jugar un rato con Candy.
La pequeña se oculta detrás de Elsa, muy tímida, y os observa con cautela.
—Vamos, Candy, no hay nada que temer. ¿Jugamos a la pelota?
La pequeña asiente con la cabeza sonriente y ambas empiezan a jugar a pasarse la pelota con las manos.
—... creo que estar tanto rato cerca de la fragua me ha dejado sudorosa. Me marcho a darme un baño.
Muy pronto te juntaré con algunos de tus compañeros.
-Creo que es algo que no puedo rebatir -concluí a la afirmación de la elfa con una leve risa, antes de que las hijas del posadero llegasen con esa natural dulzura, y la peliverde se dispusiese a retirarse. -. Nos veremos luego entonces, yo aprovecharé y daré un paseo por la ciudad. Tal vez encuentré un buen tejado donde tumbarme a dormir un rato -aseguré despidiéndome de los presentes con un asentimiento de cabeza antes de disponerme a partir.
Yei.
Justo cuando vas a abandonar la posada para dar una vuelta entra otro grupo, de siete personas que te llaman la atención.
Cerramos aquí la escena, perdón el mensaje corto.