Partida Rol por web

—Es cierto... —respondo, dejando caer los brazos.
Sigo pensando mientras ellos hablan, aunque no se me ocurre nada aparte de atizar a Kohaku para que se deje de tonterías. Entonces veo el brazalete que traigo en la muñeca izquierda y se me ocurre otra cosa.
—Momento, tal vez no necesiten casarse aún. ¿Y si se comprometen? Si Irvine le propone matrimonio, le obsequia un anillo a Anko y ella acepta, entonces ya está. Luego podrán tomarse el tiempo que necesiten para la boda. 
Golpeo puño con palma.
—Sería deshonroso para un zivalo seguir cortejándola. El problema va a ser conseguir que Irvine haga eso, no lo conozco, así que no sé.

Me uno luego al aura de Saya, con una sonrisa de ojos cerrados tan dulce como aterradora.
—¡Claro! Y aunque lo intente, —digo con voz suave, pero en tono neutro de ultratumba, manteniendo la sonrisa inocente— si alguien le toca un pelo a mi hermanita preciosa, lo cortaré en pedacitos diminutos.

—Como siga esperando más, Némesis se lo comerá (porque es idiota y le gusta morir) y entonces no habrá boda. Te lo digo yo...— me crucé de brazos con expresión enfurruñada.

Luego, las hermanas Kawakami dejaron claro que eran bastante temibles.

—Admito que dais miedo...— esbocé una sonrisa entre nerviosa y agradecida de tenerlas en nuestro bando. —Aunque me temo que sigo sin saber dónde está Irvine ahora mismo para que me dé un anillo, brazalete, collar o lo que quiera que se dé en estos casos.

 —Bueno, técnicamente estáis ya prometidos. Solo tienes que metérselo en la cabezota a Kohaku. Vamos a buscarle, porque sabes dónde encontrar a ese señor de la guerra, ¿verdad?

Ante la pregunta, parpadeé una, dos veces. Miré a mi alrededor.

—Uhm...— volví a mirar a mi alrededor —... uuuhmmm... Por... ¿allí?— señalé una dirección aleatoria que, ¿por qué no?, podría ser la correcta.

—¡Andando entonces! —exclamo inmediatamente—. No perdamos más tiempo.

De nuevo cargo a Saya a mis espaldas y echo a correr en la dirección que apuntó Anko, con los ojos encendidos.

Seguís a Anko para inmediatamente toparos con un callejón sin salida. Saya se gira hacia la felina con expresión seria.

 —Será mejor que me ocupe yo, creo saber dónde está la salida.

Con la ayuda de Saya y Shinji (que a saber cómo habrá sabido orientarse por aquí) regresasteis a la superficie. Desde aquí la felina logra recordar por dónde se escondían Kohaku y sus seguidores. Además hay un aroma a carne cocinada que le llama la atención y ha despertado levemente su apetito.

Llegáis finalmente a una serie de callejones en el que un par de encapuchados os corta el paso.

—Disculpen, esto no es zona para turist... ¡ah, es la futura esposa del jefe! Justamente ahora íbamos a buscarte para invitarte al banquete que está preparando el jefe. Supongo que tus amigos también pueden entrar, tus amigos son los amigos del jefe.

Los felinos os conducen al interior de un edificio y os guían hasta el salón, donde está Kohaku sentado sobre un cojín. El señor de la guerra sonríe de oreja a oreja y se incorpora para recibir a Anko.

 —¡Anko, amor mío! Es una alegría verte.

Kohaku rodea la cintura de Anko con sus brazos con gran naturalidad y se dispone a besarla sorprendiendo a la felina, pero se encuentra con que Saya le tapa la boca con uno de sus sellos. ¡Lo ha hecho tan rápido que ni siquiera su hermana Miyu ha logrado ver nada!

 —Se toma demasiadas libertades con ella, señor Kohaku. No estamos aquí para darle el gusto, sino para hablar de un tema muy serio.

Y mira de reojo a Anko para que sea ella quien exponga el asunto, mientras Kohaku se quita el sello de la boca.

Me había quedado tan sorprendida por el recibimiento de Kohaku que me costó hablar.

—Ah... Esto... ¡Ah, sí! Quiero que dejes de acaparar toda la comida. Los más pobres se mueren de hambre y les toca ir robando a los demás, ¡y eso hace que en el gremio también falte comida! Y seguramente en toda la ciudad... Por eso me gustaría pedirte que compartas y ayudes a saber dónde cazar bestias para comer.

Miré a Saya esperando su aprobación. ¿Lo había hecho bien? Había hablado muy atropelladamente, quedándose mi boca seca por los nervios.

 —Pero... ¡pero esto lo hago por mí, mi amor! Para darte las mejores comidas y saciar tu apetito. Siento que es mi deber mantenerte bien alimentada.

 —De eso puede ocuparse ella sola. De hecho, más que contentarla estás haciendo que pase hambre.

 —Pues solo tiene que venir a comer aquí, que nunca iba a faltarle nada. Además, me da igual los demás, nunca hicieron nada por mi especie cuando pasaban hambre y estaban siendo explotados por los elfos. ¿Por qué deberían preocuparme ellos?

Estuve oyendo la conversación en silencio, conteniéndome, porque me da rabia esta clase de gente. Es un típico modelo de egoísta.

Llega un momento en el que no aguanto más y doy un paso adelante con firmeza para responderle a su pregunta.
—¡Porque ocasionarás una guerra, completamente innecesaria, en la que tu gente tendrá que morir por la estupidez de un imbécil obsesionado! Si sigues rompiéndole las bolas al municipio, te van a encontrar, van a venir y te van a limpiar para que dejes de ser un problema, así que haz esto por las buenas —le grito, afilando la mirada—.  Y si eso no te es suficiente, entonces añade que harás sufrir a Anko porque ella no sabrá decidir para qué bando pelear. ¿A ti de verdad te importa tu especie? ¿O todo esto es sólo una excusa para mojar el churro? ¡No jodas más! ¡Ella ya te dijo que no, no le sigas insistiendo!

Termino de hablar y se produce un silencio absoluto que me deja nerviosa. Cierro fuerte los ojos y me escondo velozmente detrás de Saya.

La forma de hablar y actuar de Kohaku podía no ser muy diferente de lo que creía que sería yo. Sin embargo, el gremio y todas mis aventuras me cambiaron.

—Aunque hayan sido malos con nosotros, no tenemos por qué hacerles pagar con la misma moneda. Yo perdoné al asesino de mis padres... No es algo fácil ni tienes por qué perdonar a quienes no movieron un dedo por ti, pero tampoco tienes que hacerles lo que no querrías que te hicieran a ti. Eso solo hará que entremos en un círculo vicioso y nunca salgamos de él.

Puse los brazos en jarra y lo señalé con expresión decidida. —¡Tienes que ser un digno líder! Y, para ello, debes tratar con respeto a todos, da igual la raza que sean.

Estaba claro que me enfadaba. —Me demuestras que solo eres egoísta, infantil e inmaduro.

—¡Exacto! —grito, furiosa, desde detrás de Saya—. ¡Egoísta!

No le digo las otras dos cosas, porque yo también lo soy y estaría siendo hipócrita, creo.

 —Eres muy valiente diciéndole esas cosas escondida detrás de tu hermana— añade Shinji.

Kohaku alterna la mirada entre ambas.

 —Yo... tenéis razón, lo siento.

Se aleja un momento para sentarse sobre el cojín, pensativo.

 —No esperaba que mis acciones para ganarme tu corazón estuviese causando tantos problemas, Anko. Incluso a ti te los he causado, lo siento. ¿Pero qué puedo hacer? ¡Quiero hacerte llegar mis sentimientos y que me correspondas!

 —No se puede forzar eso. Uno no escoge a quién ama, y Anko ya ama a otro hombre. Sé que es doloroso pero tienes que aceptarlo y vivir con ello— explica Saya con tono conciliador —Si la amas, tienes que dejarla marchar y que sea feliz.

 —Yo... no quería rendirme. No quería aceptar que no me correspondiera. Quise intentarlo de todas las formas posibles— dice poniendo todo su esfuerzo para mantener la compostura, pero está a punto de romperse.

Saya mira a Anko brevemente y le indica a Miyu y Shinji que los dejen a solas.

Poco a poco voy saliendo de mi escondite, dándole una mirada de mala cara a Shinji y entornando los ojos hacia Kohaku.
—Yo no le creo un pomelo —murmuro en voz baja—. Es un caudillo que planeó robos y además me cae gordo y no me gusta su cara. Seguro está fingiendo para que dejemos sola a Anko con él y así hacerle algo. De acá no me muevo, yo.

Esbocé una media sonrisa a Miyu, agradecida de que no me quisiera dejar sola. Tampoco yo pondría la mano en el fuego de lo que podía hacer Kohaku.

_{"Miedo tendrían que tener de nosotras. Ese tipo parece delicioso"}

No pude evitar pasar la lengua por mis labios, todavía sintiendo algo de hambre. Luego, sacudí la cabeza para quitarme esa dichosa voz y me senté junto a Kohaku.

—Me siento realmente feliz de gustarle a alguien tanto, y no sabes cuánto lo siento por no poder corresponderte... ¡Pero estoy segura de que encontrarás a alguien que lo haga!— al verlo tan vulnerable no pude evitar sentir la necesidad de darle un abrazo de esos de oso que te alivian y quitan todas las penas.

Saya enarca una ceja ante el comentario de su hermana.

 —Quien planeó los robos fue Kiara— murmura.

 —Sí, lo entiendo. Necesito estar solo, si me disculpáis. Descuida Anko, les diré a mis hombres que dejen de acaparar toda la caza y lo que sobre lo repartiremos con los habitantes de esta ciudad. ¿Está bien así?

—Shh, no lo digas —replico a Saya, pidiendo silencio con el dedo—. Es para que se sienta más culpable por lo que está haciendo, que sé que nos oye.

Pero cuando Anko va a abrazarlo se me corta el aire y quedo pasmada. No tengo tiempo de hacer nada para evitarlo.

_{"¿Y si nos lo comemos? Un bocadito... No hace falta entero. Pero huele tan bien..."}

—¡Que no, cansino!— exclamé, malhumorada por la voz que no dejaba de dar por saco. En cuanto me di cuenta de lo que había hecho, solté una risa nerviosa. —Digo, sí, así estará bien. ¿Tú estarás bien?— me preocupaba la salud mental de Kohaku, o más bien su tristeza en esos momentos. Quizás no fuera buena idea presionarlo, pero me sabía mal dejarlo tan pocho. —Aunque no sea de forma romántica, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿vale?

 —Lo tendré en cuenta. Si me disculpáis tengo muchas cosas que hacer. Gracias por venir a verme.

Los guardias felinos os invitan a abandonar el edificio. Una vez fuera...

—Por fin se va a dejar de tonterías. El jefe nos estaba haciendo trabajar demasiado para intentar ganarse tu corazón. Me sabe mal por él pero debería centrarse en el motivo por el que estamos aquí.

 —Y eso es...

—A vosotros no os lo vamos a decir ni os preocupa. Solo queremos que nuestro pueblo pueda ser libre y viva tranquilo.

Se cierra la puerta tras vosotros. El asunto de la comida y el acosador de Anko parecen resueltos.

 —¿Informamos a Rox del éxito de la negociación?

Cuando se cierra la puerta a nuestras espaldas, doy media vuelta para quedarme mirándola.
—No lo sé... Sigo teniendo un presentimiento raro. No sonó del todo convencido, pero no sé, no lo conozco, no puedo intuir más.

Vuelvo de nuevo hacia mis compañeros y asiento.
—Vayamos a avisar, pero no sin decir que el éxito no es completamente seguro, por más que eso a Rox no le guste.

 —Hermana, será mejor que yo informe del resultado.

Un buen rato después regresan Anko y Miyu acompañadas por Saya y Shinji. Ellas ven que Eimi está hablando con Kiara e Istar.

 —Señor Rox, hemos logrado convencer al señor de la Guerra Kohaku para que deje de acaparar toda la caza del exterior de la ciudad, e incluso compartirá parte de la comida con la población.

 —De acuerdo, eso me sirve. Cuando se confirme dejaremos de asaltar el puerto— mira de reojo a Anko —Alégrate felina, te has librado de mis azotes. Si os vais a marchar os pido que mantengáis nuestra presencia en secreto para las personas ajenas a vuestro gremio.

Y con esto dejan resuelto el asunto del robo de comida en los puertos.