Partida Rol por web

—Ah, no no no. Nada de guarradas, no es mi estilo, demasiado vulgar. Solo prendas elegantes que podría llevar una distinguida dama. Sí, piénsatelo querida, dejaré mi oferta "sobre la mesa". Aunque no puedo asegurarte lo de no dedicarte a tiempo completo, suelo viajar mucho por el mundo. Y te garantizo que conmigo serías una estrella mundial de la moda. ¡Los mejores sastres del mundo querrán que desfiles con sus mejores creaciones! Aunque más de uno parece que solo sabe vestir a rameras, cuidadito con ellos...

—Me estaba preguntando qué había pasado que tardabais tanto y veo que te están intentando reclutar como modelo— comenta Nathan acompañado por Teppei —¿Ha ido todo bien, cielo?

—Todo bien. Me están proponiendo una oferta interesante, pero me cuesta aceptarla así de ya. Debería consultarlo contigo primero y priman otras cosas ahora mismo.

—El comerciante está sano y salvo, tío Teppei. ¿A dónde habría que llevarlo? ¿Venía viajando contigo?

—Si vas a trabajar como modelo no podrás andar de aventuras— te advierte Nathan —Decidas lo que decidas te apoyaré, y por encima de todo quiero que estemos juntos.

—El comerciante está sano y salvo, tío Teppei. ¿A dónde habría que llevarlo? ¿Venía viajando contigo?

—No, qué va. Solo me crucé con ellos cuando fueron atacados— explica tu tío —No me importaría escoltarlos hasta la ciudad, siempre y cuando luego me inviten a una buena comida y una buena botella de sake.

—Por supuesto, y además te remuneraría generosamente— propone el comerciante —De hecho debería recompensar vuestro rescate.

—Nos conformamos con que deje un generoso donativo al templo de la Cumbre Blanca— sugiere Saya.

—Claro. Ese sería el problema. Además, este body es sólo para el disfrute tuyo. Con o sin ropa elegante. Me sabe mal que, de ser modelo, me devoren ojos que no sean los dél.

Se me pegó el míster Stanford.

—Mi parte se la cedo al templo, aunque aceptaría alguna botella cara. ¿Y trae usted alguna de esas prendas que dice que expone? ¿Podría mirarlas? No, no como recompensa. Si veo algo que me guste lo compraré. Lo pone a la cuenta de él.

Mi dedo se apoya en la mejilla de Nathan.

—No, ya sé. ¿Y si vamos todos al templo? Sé que las novicias deben llevar una vida austera, pero quizás no haga mal que el comerciante les enseñe algunos atuendos bonitos. ¿Estaría muy mal?

—No negaré que algunos te devorarían con la mirada, porque vaya tipazo te gastas querida, pero la mayoría admirarán el vestido que llevaras puesto y lo bien que te quedaría— te adula Henry.

—De todos modos, hermana, llevarías muy mal el desfilar frente a una multitud. Acabarías metiendo la pata— añade Saya.

¿Y trae usted alguna de esas prendas que dice que expone? ¿Podría mirarlas? No, no como recompensa. Si veo algo que me guste lo compraré. Lo pone a la cuenta de él.

—Ojalá pudiera y me encantaría enseñarte mis productos, pero estos bárbaros incultos y descerebrados lo destrozaron todo buscando dinero y joyas. Menuda tragedia, llevaba encima algunas de mis mejores creaciones. Un momento...— se acerca para observar de cerca tu atuendo —No me había fijado en este detalle pero lo reconozco. ¿Alguien se lo ha hecho o arreglado?— recuerdas que este atuendo te lo arregló Tremi, y lo comentas —Ah, lo imaginaba. Así que ahora se hace llamar Tremi. Cuando le veáis decidle que "su papaíto le manda dos besos". Descuiden, cuando regrese a Darentar iré a buscar unos vestidos que os quedarán "fetén" y los mandaré al templo junto a una generosa donación. Palabra de Henry O'Connor.

—No, ya sé. ¿Y si vamos todos al templo? Sé que las novicias deben llevar una vida austera, pero quizás no haga mal que el comerciante les enseñe algunos atuendos bonitos. ¿Estaría muy mal?

—Lo siento muchísimo, pero tengo que volver cuanto antes para tranquilizar a mi esposa y mis empleados.

—Yo me ocuparé de ello, os acompañaré hasta que nos encontremos con alguna patrulla de la guardia— comenta Teppei.

—¿Y si lo acercamos a la ciudad con Palax?— propone Nathan.

Y finalmente acercáis a Darentar a Henry O'Connor y sus empleados, y aprovechasteis para que os enseñe algunos de sus vestidos. La verdad es que son realmente bonitos, coloridos y elegantes. El comerciante os regala varios vestidos a pesar de insistir de que le pagaríais y hasta Nathan se ofreció a costearlos, pero el hombre insistió en que quería regalarlos. Hasta dijo que los vestidos querían estar con vosotras y sería una crueldad privarles de su deseo por una cuestión de dinero.

Mientras estás mirando más vestidos acompañada por Nathan, Anaberlla y Farran, Saya va a hablar con Teppei lejos de tus oídos para pedirle una cosa.

—¿Viste eso? Puede hablar con los vestidos.

Realmente me siento mal por habernos regalado tanta cosa. Es cierto que le salvamos la vida —no así su mercancía, que los comerciantes a veces valoran más eso— pero para nosotros es cosa de todos los días. Bastaba con pagarnos lo justo y ya.

—Cuando volvamos al templo repartiré lo mío entre las chicas. Que quede como regalo atrasado de todas las fiestas que nos hemos perdido desde que no estamos ahí. 

—Y ustedes dos —digo a Anabella y Farran, que caminan con nosotros—. ¿Cómo lo van llevando? Eso de ser hermanas de verdad. Apuesto que Farran está que no cabe en sí, pero Anita, ¿ya no nos querrás más a nosotras dos porque la tienes a ella?

—¿Perdona? O sea, si antes estaba pesada con actuar como hermanas, ahora está insoportable— se queja Anabella.

—Eso dirás ahora, pero bien que me vigilas de vez en cuando cuando ando sola. Que me he dado cuenta, ¿sabes?

—Boh, solo te vigilaba, o sea, para que no te metas en líos.

—¿Ves? Eres una gran hermana mayor.

Farran esboza una encantadora e inocente sonrisa y Anabella se limita a girar la cabeza un poco sonrojada.

—¿Vamos volviendo al templo?

—Vamos, pero quería volver con tío Teppei. ¿Crees que podrá encontrarlo por su cuenta con las indicaciones que le dimos? Lo veo un poco perdido. Pero no perdido de lugar, o sea...

—Ahora mismo está con Saya— comenta Nathan.

Tras preguntara un par de empelados localizáis a Saya y Teppei. Éste está pensativo con los brazos cruzados.

—Entiendo. Vale, te entrenaré en esa técnica, pero con la promesa de que no la uses si no es estrictamente necesaria.

Saya esboza una sonrisa.

—¡Muchas gracias, tío Teppei! Oh, estáis de vuelta. ¿Ya habéis acabado de mirar prendas?

—Sí, ya han acabado y el señor O'Connor ha intentado reclutarme también como modelo— admite Nathan.

Saya se ríe.

—Entonces podemos ir volviendo al templo... a no ser que queráis visitar el centro comercial.

—Oh, ¿y esas técnicas secretas? ¿Por qué recién ahora me estoy enterando? ¡Yo también quiero aprender una!

—Pero hablaremos de eso luego de visitar el shopping. Hace eras que no vamos al de la capital, me traerá recuerdos nostálgicos.

—No es secreta, es solo que el abuelo no quería enseñármela. Pero son cosas que no te interesan, mejor vayamos al centro comercial.

—Me apetece comer algo allí, o sea, hacen unos pancakes deliciosos en un puesto de allí—a Anabella le cae la babilla por la comisura.

—Pancakes... suena delicioso— Farran babea de la misma forma. Ahora sí que no tienes dudas de que son hermanas.

Cuando llegáis al centro comercial te ves sorprendida por su tamaño. ¡Es enorme!

—Tened cuidado, aquí es fácil perderse. No por nada es el centro comercial más grande del reino— explica Nathan, quien acto seguido señala una especie de muñeco que tiene un número encima —¿Veis esos muñecos? Son puntos de reunión. Si nos separamos podemos quedar en uno de esos puntos. ¿Entendido? Ése es el número tres. Si por lo que sea no sois capaces de encontrarlo preguntad a un empleado.

—¡Sí! Y para...

Me interrumpe un rugido en la panza capaz de producir terremotos. Recuerdo entonces que llevo sin comer nada desde el desayuno, aunque creo que no desayuné porque enseguida fuimos a buscar al tío. Luego tuvimos acción y, aunque yo no hice particularmente nada, estar en un centro comercial me despertó el apetito.

—¡Hay que ver qué comidas sirven! —Exclamo con vehemencia, mas con la cara roja, tomando el brazo de Saya y arrastrándola conmigo.

Nadie se dio cuenta de que te protestara el estómago pues el de Nathan lo hizo de forma mucho más sonora. Ya tiene cara de flojera.

—Comamos algo. AHORA— dice de forma tajante.

Te guías por el olor hasta un puesto de hamburguesas. Ves en el catálogo que tiene mucha variedad de platos y un cartel que pone

¡Prueba el desafío de la Hamburguesa Titán!

¡Si puedes comértela en media hora tú y tus amigos coméis gratis!

—¿Cómo será esa hamburguesa titán?

—Eso me recuerda al desafío del asado de jabalí de Ugrub. No sé cómo diablos hace que siempre consigue piezas gigantescas.

—¡Buenos días, grupo!— os saluda el dependiente del puesto —Os veo con cara de hambre y yo puedo solucionarlo. ¡Tengo las mejores hamburguesas del mundo!

Tiene labia el tipo.

—¡Sí, señor! —Festejo al ver ese cartel.

No sé si serán las mejores, pero tengo ganas y no importa si no son tan excelente. Basta con que sean buenas. Ya me compró.

—Nati, una cosa: Sólo por hoy, sólo por hoy olvida todo lo que te he dicho y me he quejado sobre tus modales en la mesa. Necesitamso que devores una de esas, así luego todos podemos tener una gratis.

Quiero decir, no es que estemos cortos de dinero, seguro podemos permitirnos una comida potente para cada uno, pero quiero ver a este dependiente pasmado con nuestro poder. Me sabría mal además comer de encima, así que le acabaré pagando de todos modos, al menos mi porción.

Nathan mira decidido al empleado.

—Voy a por el desafío de la Hamburguesa Titán.

Se escuchan varios "ooooh" en los alrededores, incluso del empleado.

—¡Yo también quiero probar el desafío!— se envalentona Farran. Recuerdas que también tiene un buen apetito.

—¡Vaya, vaya! ¡Tenemos a dos valientes! Por favor, tomad asiento mientras las preparamos.

Los demás hacéis vuestros pedidos, y no lleva mucho rato en servir lo vuestro. Un poco más tarde traen entre varios empleados un par de hamburguesas de un tamaño descomunal. ¡Son tan grandes como una vaca!

—Espera. O sea. ¿Tienen que comerse todo eso ellos solos? ¡Es demasiado!— comenta alarmada Anabella.

—Éstas son las reglas. No pueden recibir ayuda de nadie. No pueden usar magia ni encantamientos. Serán descalificados y si acabáis vomitando o escupiendo algo. Si pasada media hora no han terminado hasta la última migaja están descalificados— Nathan y Farran se preparan —¿Preparados? ¿Listos? ¡Empieza el desafío!

Farran empieza atacando la hamburguesa con ganas y voracidad, mientras que Nathan va... muy tranquilo.

—No, así no. ¡Atácale con ganas, demuestra tu hombría!— le espeta entusiasmado Teppei.

—Tío Teppei, esto es más bien una prueba de resistencia— replica Saya mientras sigue degustando su plato con calma y recatada.

—Oh yes!

Tengo que dejar de imitar a Stanford, pero me sigue pareciendo divertido. Además estoy a punto de comerme tremenda hamburguesa. Tan embelesada estoy que apenas noto a los angurrientos que compiten por el premio gratis.

—Tio Teppei, tranquilo. Él come así, vas a ver que en cuanto parpadees está el plato vacío, pidiendo otra. Es un joven con mucha energía, ¿sabes? Necesita reponerla con mayor frecuencia que nosotros. Y media hora me parece demasiado tiempo.

Farran debería tomárselo con más calma también. Aun si no lo consigue, Nathan seguro que sí y será gratis de todos modos. Podría dedicarse a disfrutarla.

—Y no te preocupes, te aseguro que ya ha demostrado su hombría de muchas otras maneras.

Sigues degustando la hamburguesa. No está nada mal, pero ni se acercan a los platos de Berner y Cesar.Notas cómo tiembla la mesa por un golpe seco y al girarte ves que Farran se ha desplomado con cara de no poder más. No se ha zampado ni una décima parte de la hamburguesa.

—Aaaah... no puedo más... con lo rica que está y no puedo más...— dice lloriqueando.

Te giras hacia Nathan... ¡y ya se ha zampado media hamburguesa! Para colmo está pillando ritmo y dando bocados más grandes. Teppei está observándolo alucinado.

—Caray...

—¿Ves, tío Teppei? Esto es una prueba de resistencia. Farran empezó demasiado fuerte y el apetito se le cerró demasiado pronto— explica Saya, señalando después con la mirada a Nathan —Nathan en cambio ha empezado poco a poco y ha ido tomando ritmo.

Pasados quince minutos Natan prácticamente ha acabado con la hamburguesa, ante el asombro de los presentes. Y dos minutos más tarde ha acabado de comérsela. Le han sobrado diez minutos.

—Buaf... estaba muy buena— afirma el pelirrojo, girándose hacia el atónito empleado —¿Puedo pedir postre?