La verdad es que hemos quedado en reunirnos en la posada. No sé si pediros ayuda, ten en cuenta que cuantos más seamos más menguará la recompensa. Tendría que consultarlo con los demás.
Ah, por eso no te preocupes, nosotros lo haríamos por matar el tiempo y ayudar a unos compañeros, no por la recompensa. Renunciaríamos a nuestra parte. ¿Verdad, Aaron?
Gwen esboza una media sonrisa, esperando tu respuesta.
En ese caso nos haríais un favor enorme.
Deekin también creer que felinos poder ser de mucha ayuda.
–¡Claro!– confirmo tras Gwen. –En ningún momento he dicho que quisiéramos ayudar por la recompensa. Simplemente nos apetece ayudar– imito la media sonrisa de la felina para apoyar su respuesta.
Con todo aclarado parece ser que ya tenemos nuevo plan, buscar a un mercader fugado. –Bueno, nos vamos adelantado, por la posada estaremos– me despido alegremente para dejar que tanto Bran como Deekin sigan con lo suyo. Además, así nos pasamos por la posada ya, que si tardamos mucho más seguro que nos quedamos sin habitación, y no me gustaría.
Al despediros de Bran vais a la posada el Orco Gruñón con intención de alquilar un par de habitaciones. Allí veis a Ugrub, un posadero semiorco limpiando unas jarras con un paño en la barra. Éste tiene un aspecto rudo e intimidante.
Oye, ¿este tío es de fiar? ¡Es un semiorco! - murmura Gwen con desconfianza.
El semiorco al darse cuenta de vuestra presencia alza la mirada.
Oh, clientela. ¿Vienen a comer, o buscaban habitaciones? Si es eso, solo me queda una habitación con cama de matrimonio disponible - afirma con voz grave mientras termina de sacarle brillo a la jarra, dejándola impoluta en la barra.
El nombre del Orco Gruñón cobra todo el sentido del mundo cuando entramos a la posada tras un breve paseo. –Anda, ahora lo entiendo– comento en voz baja al ver al semiorco de la barra.
Como yo, Gwen también se ha fijado en el semiorco, con la diferencia de que ella sospecha del pobre hombre, ni que nos hubiera hecho algo para juzgarle de esta forma. –¿Está en el pueblo no? Claro que será de fiar– contesto en su mismo tono de voz para que el posadero no le diga nada, no vaya a ser que la echen.
–Pueees...– iba a hablar con el dueño del lugar cuando me entra la risa floja al caer en la cuenta del ofrecimiento del semiorco. Habitación de matrimonio, ha dicho eso, el día se pone de acuerdo conmigo para marear a Gwen. –La habitación, la habitación– pido rápidamente intentando no reírme mucho, no puedo permitirme más broncas, creo. –La comida mejor luego, que ahora estamos ayudando a unos amigos a buscar a un mercader fugado, un tal Timus– dejo caer con toda la intención del mundo. Quizás le suene el nombre y decida ayudarnos, estaría bien.
Anda, ¿también estáis con el encargo? Pues una compañera vuestra dejó un recado, que ya habían localizado hacia dónde había ido Timus, que os lo contaría más tarde. No os preocupéis, ahora mismo os preparo la habitación. Eso sí, se paga por adelantado, yo no fío nada ni permito altercados o abusos. Quien se pase lo echo de una patada, ¿entendido?
Alto y claro, señor posadero.
Ugrub va a preparar la habitación, y la verdad es que no tarda mucho. El cuarto no parece gran cosa, pero está todo limpio y bien cuidado. Y la cama es lo suficientemente ancha para los dos, pero tendríais que dormir algo pegados.
El semiorco espera en el umbral de la puerta y la mano extendida. Está esperando el pago.
Son 15 piezas de oro por noche.
Ante las indicaciones del semiorco afirmo varias veces con la cabeza. –¡Todo en orden! No haremos nada malo– respondo cuadrándome como un militar, por si mis cabeceos no hubieran sido suficientes para dar a entender que me ha quedado muy claro, si la liamos a la calle.
Nos metemos en el cuarto una vez preparado para ver que tal ha quedado. No está mal, en peores sitios he dormido. La única pega que se le puede poner es la cama, no es mi caso, dormiremos apretado, pero no es nada grave, podremos aguantar, creo.
Al entrar en la posada fue Gwen la que no se fiaba del semiorco, ahora la situación es al revés, él no se fía de nosotros. Para muestra la imagen que tengo enfrente, la mole verde esperando en la puerta de la habitación su pago, como si fuéramos unos delincuentes que no pagamos, vaya fama.
–Aquí tienes– dejo caer en su mano las primeras quince monedas de oro. No sé cuánto tiempo pasaremos aquí, así que mejor pagar de día en día, si nos quedamos más ya pagaré de nuevo mañana. –¿Y sabes dónde ha ido nuestra compañera?– pregunto antes de que se marche el semiorco. Si podemos hacer algo que no sea esperar mucho mejor, que no me apetece estar quieto.
El semiorco coge las monedas, las observa y asiente con la cabeza.
Perfecto. La cena y el desayuno están incluidos en el precio, esta noche serviré mi famoso asado de carne. Os aseguro que os gustará la textura de la carne de jabalí hecha en su punto, cubierto de una jugosa salsilla especiada.
De solo escucharlo ya tengo ganas de catarlo - suelta Gwen mientras de su boca cae baba.
Le preguntas al posadero por la compañera.
Ni idea, parecía que tenía ganas de visitar el pueblo.
Te paso a otra escena.