—Bueno... por ahora me conformo con la detección. Puede serme útil el poder detectar al enemigo si mis sentidos no son suficientes.
Mira hacia Nathan para saber qué dice.
—Haz lo que quieras. Yo tengo que trabajar más en mi clarividencia, así que no podré unirme a ese entrenamiento.
—Eres un aburrido —le respondo con desgano—. Pero, ¿tu clarividencia no utiliza ki? ¿Qué es exactamente esa habilidad? ¿Cuál es su principio? ¿O se trata de magia? Tú, mago no eres.
Da igual, que haga lo que quiera, él se lo pierde.
—Muy bien, trataré de no fatigarme mucho con la forma astral hoy, para poder luego explicarte lo básico antes de irnos a dormir —le digo, entusiasmadísima, a Takeru—. Buena idea entrenar tu detección, además, es algo que podrás practicar mientras estamos en movimiento, con la caravana en marcha.
—No, no usa ki. Es más bien como una especie de poder psíquico o un extraño don. Mi abuelo también lo tenía pero en menor medida, a veces podía ver ataques que iba a recibir segundos más adelante. Yo en cambio puedo ver la batalla completa con sus posibles desenlaces. No tiene nada que ver con mi capacidad de estrategia, eso lo aprendí de mi abuelo quien también fue famoso como brillante estratega.
Takeru esboza una sonrisa. También parece entusiasmado con el entrenamiento.
—En ese caso cuento contigo, mamá. Admito que... me hace ilusión aprender algo de ti.
Y pasáis los días siguientes entrenando sin descanso, tanto tu forma astral como las técnicas de corte, sin olvidar las enseñanzas de ki que le impartes a Naleth/Takeru.
Cierro escena. Seguimos en Arco de Azurdistán: La batalla del ejército de hielo