Sientes como si entraras en una ensoñación en el que no eres más que un mero espectador. Tu alrededor sigue casi igual, aunque con menos destrozos y sin las tumbas que encontraste. No ves a Eloril ni a los demás contigo, como si no estuvieran allí. Oyes unos pasos acercarse, y por el pasillo aparecen 2 personas: una sacerdotisa y un espadachín.
(ignora al rubio)
La mujer lleva a su espalda una bolsa donde transporta un bebé, el cual duerme plácidamente, mientras que el espadachín lleva un petate enorme. De algún modo te recuerda a Eloril.
Te llama la atención varios detalles. En primer lugar, ambos tienen los ojos de color carmesí. En segundo lugar, el espadachín lleva en su cinto una katana muy parecida al artefacto athariense de Eloril.
La pareja se detiene frente a unas inscripciones atharienses en el muro, y la mujer empieza a estudiarlas.
Oye, Mirel. Si vas a empezar a estudiar las inscripciones, al menos deja que cuide de nuestro hijo - sugiere mientras deja en el suelo el petate y se acerca a ella.
La mujer da un leve respingo y se gira.
Ah, claro, cierto - esboza una encantadora sonrisa mientras le pasa al bebé al hombre.
Así la mujer empieza a leer las inscripciones y hacer apuntes en un pergamino, mientras el hombre juega con el bebé ya despierto, quien mira atentamente a su padre con sus brillantes ojos carmesí.
Viene de la escena Encargo: el transporte problemático.
Mirel, deberías descansar un poco. Llevas 5 horas sin parar leyendo esas inscripciones, y ni has comido - sugiere el espadachín mientras está preparando un estofado. El bebé está en una cesta, muy cómodo y haciendo gorgojeos - Fíjate, hasta nuestro hijo quiere que te tomes un descanso.
La mujer mira un momento los textos y sonríe.
Tienes razón, mi querido Elonor. Ya empiezo a ver doble los textos, los estoy escribiendo por duplicado - ambos se ríen.
Mirel toma asiento junto a Elonor, quien le sirve un tazón de madera con algo de estofado. Mientras el espadachín procede a alimentar el bebé la mujer mira hacia una esquina.
Lleváis varios días siguiéndonos, buen hombre. Sabemos que no tenéis mala intenciones con nosotros y que debéis tener hambre.
De la esquina sale un hombre encapuchado. Por su atuendo te recuerda mucho al "Espadachín Errante", salvo por el bigote negro con algunas canas que tiene sobre la boca.
...
En silencio se acerca a la familia y se sienta frente al fuego. Mirel le sirve un cuenco con estofado que el hombre no duda en probar.
Sois atharienses, ¿verdad? - pregunta tras probar el estofado.
No os responderé si no os presentáis debidamente - la mujer se muestra inflexible y calmada.
El hombre encapuchado sonríe.
Muy cierto, no he sido muy considerado por mi parte. Me llamo Bernard, y soy el líder de la Liga de las Sombras. Mi objetivo es investigar, buscar y proteger a los últimos miembros de la estirpe athariense, como última esperanza de este mundo.
Ya veo - la mujer sonríe - Yo soy Mirel Andaval, sacerdotisa. Él es mi marido Elonor, un notable espadachín. Y el bebé es nuestro hijo - Mirel extiende la mano y conjura una llama blanca - Y sí, somos atharienses de pura sangre, los últimos que quedan en el mundo.
Es un gran honor para mí estar en vuestra presencia. Por lo que a mí respecta me comprometo a protegerles.
Agradezco su ofrecimiento, pero debo declinarlo. Nosotros sabemos cuidarnos, no necesitamos a gente de aspecto sospechosa a nuestro alrededor - sonríe dando a entender que lo último era una broma.
Bernard se quedó a comer con la familia, quien seguía con su actitud relajada.
¿Puedo hacer una pregunta? - dijo tras terminar de comer.
Claro.
Tengo entendido que los nombres atharienses tienen sus significados. ¿Es eso verdad?
Veo que ha conocido a eruditos especializados en nuestra cultura. Es verdad. Mi nombre, Mi-rel significa "sacerdotisa errante", y Elo-nor significa "gran guerrero" - mira a su hijo, con expresión triste - Y él se llama Elo-ril, que significa "último guerrero". Los eruditos no saben esto, pero las madres atharienses tenemos una especie de visión del futuro de nuestros hijos, lo que nos da una indicación de cómo llamarles. Y el futuro de mi pequeño no es muy alentador. He visto que no le veremos crecer y que va a afrontar grandes peligros, la mayoría en solitario o sin ayuda.
Mirel se muestra angustiada, y Elonor rápidamente se acerca a reconfortarla.
Mirel, ya hablamos de esto. También viste que nuestro hijo iba a ser muy fuerte y poderoso, hará frente a poderosos archidemonios. También viste que se enfrentaría a Nemesis con el poder de todos los atharienses, junto a un grupo de héroes. Sé que te duele que no podamos verle crecer y hacerse fuerte, pero sabemos que se rodeará de buenos amigos y compañeros.
Lo sé... solo odio que estemos atados a un destino tan doloroso - replica con lágrimas mientras refugia la cara en el torso de Elonor.
Pasaron 3 días, en los cuales Mirel estuvo alternando entre los cuidados de su hijo y las lecturas de las inscripciones atharienses en los muros. Elonor le ayudaba mucho en todo, mientras que Bernard se limitaba a observar. Habían sido días tranquilos, en los que Bernard conoció que Elonor se entrenó con soldados zivalios. Algo que le sorprendió mucho, ya que la Liga de las Sombras no sabía nada pese a ser el servicio de inteligencia zivalia.
Pero el día de hoy no está siendo tranquilo, con ruidos de explosiones y sacudidas cada vez más cercanas.
¿Qué estará pasando? - pregunta un intranquilo Bernard.
Lo que es seguro es que no estamos solos, y percibo auras malignas cada vez más cerca - responde Elonor, con la mano en la empuñadura de su katana.
Mirel está en silencio, abrazada al pequeño Eloril quien no para de llorar. Trata de tranquilizarlo mientras le mira con pesar.
Finalmente ha llegado el día que temía, mi pequeño. El día en el que te quedarás solo - murmura con tristeza antes de girarse hacia Bernard - Bernard, tengo un favor enorme que pedirle.
Claro, ¿qué necesitan?
Bernard mira sorprendido a Mirel cuando ella le entrega al bebé.
Por favor, proteja a nuestro hijo y manténgalo al margen de todo. Si no sobrevivimos, le pido que se haga cargo de todo y lo entregue a unos amigos. Busque a Roman Austin, es un erudito que vive enfrente del gremio de aventureros de Pelidia.
¡Espere un momento! ¡Estoy aquí para protegerles! ¡Tengo aliados afuera esperando, puedo convocarlos en unos minutos!
La mujer niega con la cabeza.
Ojalá fuese posible otra alternativa, pero nuestras muertes ya están escritas, Bernard. El destino es inexorable. Por favor, aléjese de aquí con mi bebé, se lo suplico.
A Bernard le tiemblan los labios, incapaz de contestar a las palabras de Mirel. Se limita a agachar la cabeza y marcharse con Eloril.
Poco después apareció por el lugar un ser oscuro bastante deteriorado. Un liche de armadura negra. Le reconoces rápidamente, no es otro que Bane, el Rey Liche.
Un malherido Bane avanza a duras penas por la sala cuando ve a la pareja athariense.
¿Viajeros? No... ambos poseéis un poder muy puro, divino. ¿Acaso sois atharienses?
¿Y a ti qué te importa? - desenfunda su arma Elonor - ¿Qué buscas, ser de oscuridad?
Lo que yo pueda decir no importa, os opondríais a mí diga lo que diga. Lo más importante es que un archidemonio merodea estas ruinas. Deberíais escapar mientras podáis.
Imposible - responde Mirel con una amable sonrisa en su rostro - Nuestro destino ya está sellado, e implica enfrentarnos a ese archidemonio.
No tarda en llegar alguien mas, alguien extremadamente poderoso. Lo reconoces rápidamente, pues se trata del mismísimo Vamis. Por un momento te sobresaltas, pero recuerdas rápidamente que Eloril lo destruyó.
Maldición, es demasiado tarde... si planeáis pelear contra él, será mejor que unamos fuerzas.
¿Unir fuerzas contigo? ¿Crees que somos idiotas?
Elonor, él tiene razón. Ahora mismo necesitamos su ayuda.
Se produce una terrorífica batalla en la que logran rechazar y hacer huir a Vamis (a quien Mirel en un esfuerzo desesperado le destruyó el brazo con fuego athariense), pero a cambio Bane acabó casi destruido y Elonor murió. Mirel yace apoyada en la pared, moribunda y ensangrentada, recitando unas palabras con una pluma en sus manos. La misma pluma que cogiste.
Bane se acerca a la athariense, observando la grave herida que ella tiene en el torso.
Os dije que escaparais. Qué triste, es la segunda vez que presencio el exterminio de los atharienses. Ahora sí que estáis extintos... una lástima.
No es cierto... aún queda mi hijo. Él está en buenas manos, crecerá fuerte y poderoso... pero su destino es enfrentar a Nemesis... - dice con pesar.
Ya veo. Imagino que te dolerá, pero espero que él sea la clave para derrotar a ese maléfico dragón por el bien de todos. Es posible que nos encontremos algún día y que me sea de utilidad, pues mis planes también contemplan la destrucción del dragón. Llegado el día le prestaré mi ayuda en lo que me sea posible, aunque dudo que llegue a confiar en un liche como yo. Es más, no debería confiar en mí.
No... de algún modo veo algo de bondad en usted, señor liche. Presiento que tenéis un buen motivo que justifica vuestras acciones - responde con una cálida sonrisa.
Bernard regresa con Eloril, viendo con espanto la escena, el cadáver de Elonor, la presencia del destrozado liche... Bane mira al hombre con cierta indiferencia, y presta más atención al bebé.
¿Es ese el bebé athariense? Humano, atiende atentamente: Si algún día el joven athariense pregunta por sus verdaderos padres, diles que yo soy el responsable de su muerte. Es preferible que me persiga a mí y no a un poderoso archidemonio al que quizás no podría derrotar. El destino de todos depende de su supervivencia.
Bernard es incapaz de responder ante la presencia de un liche tan poderoso mientras éste se retira sin intentar nada. Es consciente de que de haber querido podría haberle arrebatado el bebé sin dificultades.
Bernard... por favor, ¿puedo sostener a mi hijo una última vez? - él asiente con la cabeza y le entrega a su hijo. Mirel lo sostiene entre sus brazos, y empieza a derramar abundantes lágrimas - Siento dejarte solo, mi pequeño. Lo siento de veras. Siento no poder verte crecer, jugar, reír, enamorarte. Siento dejar en tus manos un destino tan grande, una carga excesivamente pesada. Lo siento de verdad. He estado años buscando la forma de evitar que tuvieras este destino, pero he fracasado. Lo siento mucho, mi amor - le da un beso en la frente - Ojalá algún día puedas perdonarme... o mejor aún, que puedas ser dueño de tu destino y llegues a ser feliz. Es lo que más deseo para ti. Te quiero, mi pequeño Eloril...
Mirel abraza al pequeño y se queda así un rato bien largo. Cuando Bernard se acerca puede ver que ella ha fallecido, con lágrimas en sus ojos y una sonrisa esperanzada.
Descanse en paz, Mirel, la sacerdotisa errante. Yo cuidaré de vuestro hijo, incluso mientras esté al cuidado de sus amigos. Me ocuparé de cumplir con su última voluntad, que él crezca fuerte y feliz. Aunque me cueste la vida conseguirlo.
Tras esas palabras y recoger a Eloril lo deja en una cesta y procede a improvisar unas tumbas para la pareja, las tumbas que encontraste. Lo curioso es que él enterró la pluma junto a la sacerdotisa.