Cuando vas a salir notas una presencia imponente justo detrás de ti en el momento en el que chocas con alguien. Al girarte ves a un tipo fornido y enorme, con pinta de fiero y un parche en el ojo derecho.
Ese hombre te mira con una sonrisa sádica cuando comprueba que vas armada. En su espalda tiene colgado un mandoble enorme.
—Vaya vaya, y yo que pensaba que iba a aburrirme en esta misión de escolta. ¿Quieres pelear, pequeña?
—¡Altris, por favor! Compórtate. ¡Y se suponía que estamos de incógnito!— le recrimina el de la capucha.
—Perdona, general Aldren, pero si no tengo una buena pelea me aburro.
El encapuchado se lleva la mano a la frente.
—Pedazo de idiota...
—Deberías tener mejor control de tus hombres, "general".
El hombre se retira la capucha visiblemente estresado. Ves que se trata de un elfo, aparentemente de alta alcurnia. Te resulta familiar su cara, te recuerda a alguien.
—Mmmier...
El susto que me di no está escrito, qué alivio enorme que este monstruo está del mismo lado que el encapuchado, no quisiera tener problemas con él.
A medida que ato cabos me voy preocupando cada vez más.
—¿Aldren? ¿Eres algo de Keyleth? Como los elfos siempre se ven igual es imposible saber si es tu hermana, hija o nieta... ah...
Por favor, que ese secuestro del que habló Flavio sea el que ya conozco y no haya ocurrido de nuevo. Por favor. No estoy para ir a rescatar a alguien que es el triple de fuerte que yo, si ella misma no puede salirse del aprieto, yo ni en sueños podré sacarla.
El elfo se gira y enarca una ceja.
—Se trata precisamente de mi hija. ¿La conoces de algo?
Me llevo una mano a la cara, frotándome luego el puente de la nariz, los ojos y las mejillas con los dedos índice y pulgar.
—Sí, la ayudé con algo hace un tiempo. Mi nombre es Miyu, tal vez te haya hablado de mí, pero da igual eso, no soy nadie.
Tengo ganas de darme la cabeza contra la pared.
—¿La secuestraron de nuevo?
—S... ¿Secuestrada? ¡No! Está bien, ahora mismo está descansando en el castillo real después de completar una misión de su orden. Así que eres una amiga suya— esboza una sonrisa —Le mandaré saludos de tu parte cuando la vea, Miyu. Gracias por cuidar de ella.
Con esas palabras se despide y se marcha.
—Así que amiga de la hija del general. ¿Por qué será que no me sorprende?— comenta Flavio con una sonrisa franca —Ahora sí, el asunto está terminado. Os acompaño hasta vuestro gremio y ya de paso comunico que habéis completado la tarea para que procedan a pagaros.
—Dije que da igual, a estas alturas seguramente ya ni me recuerde.
Me llevo una mano al pecho, gracias al cielo, ya me estaba haciendo la idea de meterme en algo peligroso de nuevo y, en este estado en el que me encuentro, no me veo capaz. No, no me veo capaz en ningún estado, sinceramente.
—Vamos, sí, tengo hambre y me quiero dar un baño.
Regresas al gremio acompañada por Flavio. Al entrar ves que hay poca actividad en la taberna, lo que supone que la mayoría estará o haciendo encargos o con sus quehaceres personales. Es mediodía, así que es normal.
Sentada en una mes ves a Anabella, quien parece aún un poco desanimada. Al percatarse de tu presencia se gira para saludarte, sin embargo su mirada se queda clavada en Flavio, a quien señala como un resorte.
—¡AAAH! ¡Cuidado Miyu, es el viejo pervertido pedófilo que me espiaba de niña! ¡O sea, cuidado con él!
La cara de Flavio se descompone hasta el punto de mostrar desolación.
—¿Viejo... pervertido... pedófilo? ¿Por qué me llamáis así?
—¡Desde que tengo memoria siempre os he visto escondido mirándome cada cierto tiempo! ¡Incluso mientras me bañaba una vez cuando tenía 10 años! O sea, me miraba porque querías cosas obscenas conmigo de niña. Lo denuncié a los instructores que me cuidaban pero no me creyeron, y para colmo eso empezó a causar mis problemas ya que los demás creía que me acostaba con los instructores para obtener mejores valoraciones (y al final tuve que hacerlo un par de veces porque uno de ellos era un cerdo).
La desolación de Flavio va a más, cayendo de rodillas.
—¿Incluso manteniendo las distancias le ha causado problemas a mi hija? Soy un padre nefasto...
—¿De qué hablas ahora? O sea, ¿has perdido un tornillo?
Se acostaba con sus instructores a los diez años... No, espero haber entendido mal, creo que no escuché bien y mejor dejarlo así.
—Esto me lo veía venir a la legua, es demasiado pequeño este mundo y son tan iguales que era imposible no darse cuenta.
Voy entonces hasta Anabella la degenerada y le digo por lo bajo:
—No creo que haya perdido más que tú, no te preocupes.
Y me vuelvo al viejo degenerado poniendo cara de póker:
—Levántate. Pónganse al día, yo me voy a bañar y a recoger mis cosas. Ah, y a cobrar el encargo también.
La tal amiga... dos días sin vernos y en vez de un saludo alegre me sale con estupideces. Bueno, es comprensible en este caso, pero igual...
Al menos estando con ella no parezco tan idiota, por razones de relatividad, digo. Es como cuando te dicen que siempre vayas con una más fea que tú cuando hablas con el chico que te gusta.
Bueno, mirando el lado positivo, soy mejor que alguien en esta casa de bestias.
...
Pero qué mala soy, así dará la impresión de que estoy con ella sólo porque a su lado yo parezco una diosa.
...
Nah, no me importa.
Notas a Saya reírse mientras piensas en esas cosas.
—"Cuando estemos separadas me aseguraré de no invitarte si quedo con un chico que me guste, no sea que me lo robes"— te suelta dentro de tu cabeza —"Mira que es pequeño el mundo, nos hemos topado con el padre de Anabella. ¿No crees?"
Tras cobrar la recompensa, darte un buen baño y recoger tus cosas vuelves abajo. Ves que Flavio está en silencio y Anabella con los brazos cruzados.
—Bueno, me parece razonable. O sea, que te perdono el abandono, pero no esperes que te llame papi. Para mí seguirás siendo un extraño.
—Me parece razonable— se gira hacia ti —Veo que ya estás lista.
—¿Lista para qué?
—Miyu se viene conmigo para que la entrene. No solo le enseñaré a manejar a Hyoso sino que perfeccionaré su esgrima.
Anabella se gira como un resorte hacia ti.
—¿Ibas a abandonarme? O sea, ¿te ibas sin mí?
—Creo que te estás adelantando a los hechos, Anabella.
Flavio te mira de reojo y esboza una sonrisa, esperando a que respondas.
Cuando estemos separadas... Saya tiene mucha más esperanza que yo, debería aprender de su ejemplo. Ella se mantiene alegre y firme estando en ese abismo horrendo, mientras que yo, yo... af.
Pero no hay caso, trato de sonreír, pero no puedo, simplemente no puedo.
En mi habitación, mientras metía ropa en el petate, me quedé mirando un rato largo el peluche de tortuga. Me dieron un montón de ganas de darle una patada a la mesa sobre la que reposa, pero logré calmarme y contener ese impulso, no iba a lograr nada bueno con eso. Ocupa lugar en la bolsa y es un objeto inútil, así que lo dejé allí.
Mientras voy bajando las escaleras, lo primero que siento es de nuevo la voz chillona de Anabella y ya me empieza a doler la cabeza.
—Iba a invitarte a que nos acompañaras, pero si resulta que estabas fuera por algún encargo o tirándote a alguien, no te iba a esperar.
Me echo el petate al hombro, acomodándome el flequillo con la mano libre, me había recogido el pelo en un moño tras secarlo luego de bañame, usando un par de palillos para comer.
—Tienes cinco minutos para prepararte porque salimos.
Es broma, pero quiero ponerla nerviosa.
Anabella se apresura en avisar al gremio y preparar las cosas para viajar contigo, y una vez todo listo partís con Flavio para iniciar tu viaje de entrenamiento.
Ahora creo nueva escena