Partida Rol por web

—Les pido perdón, he estado muy ocupada y no las he podido visitar —les digo a las gallinas cuando vienen a mí—. Miren, ¡les he traído algo rico!
Les dedico una canción y me quedo un ratito jugando con ellas y alimentándolas con el maíz que compré, luego me despido de todas y de doña Teodora y emprendo camino de regreso.
—Sigan esforzándose mucho, ¿vale? La comida que prepara Berner en el gremio es muy deliciosa gracias en parte a ustedes y sus huevos.

Cuando llego y veo a Anabella hablando con alguien desconocido no sé si animarme a saludarla, la mirada de ese señor me intimida. Tampoco recuerdo haberlo visto por el gremio, ¿será que viaja mucho?
Además la noto muy entretenida y no quisiera entrometerme y molestarla. Cuando paso por allí sólo saludo con la mano tímidamente y voy hasta donde está Berner para contarle que Teodora le manda saludos.

Miro el cielo a través de la ventana, quizás aún tenga tiempo de ver el tablón de encargos y buscar algo, podría hacer algo de viaje ahora y así llegar a destino temprano en la mañana. Miraré si hay algo por aquí cerca para hacer.

Al mirar el tablón te encuentras con los siguientes encargos para tu rango:

Escoltar suma sacerdotisa

Lugar de contacto: Retiro del Dragón - Templo de los 5 (contactar con Elyssa Heartlily)

Recompensa: 10 monedas de oro/día

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Escoltar empresario

Lugar de contacto: Pelidia - Posada Rueda del Oeste (contactar con Rudolf)

Recompensa: 50 monedas de oro

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Distraer jefe

Lugar de contacto: Pelidia - Cuartel general (contactar con Teniente Raymond Valentine)

Recompensa: 15 monedas de oro

—Hmm...

Son todas muy similares, escoltar o... ¿distraer? eso no lo entiendo bien. Lo encarga alguien llamado Valentine, ¿estará emparentado con Cassandra? Me gustaría conocer a esta persona, pero no parece nada urgente y no ofrece mucha recompensa; como la maestra olvidó pagarme el último encargo estoy necesitando algo más de dinero.
El Retiro del Dragón está muy lejos y esta otra tiene el contacto aquí en la ciudad, así que elegiré escoltar al empresario. Arranco el papel y...
—Señor Berner, tengo una pregunta —le digo acercándome allí y enseñando el papel, tomándolo con ambas manos delante de mí para que lo vea—. Olvidé lo que tengo que hacer para adjudicarme un encargo ¿debo hablar con la maestra primero o ir directamente con el solicitante?

 —Normalmente basta con coger el panfleto e ir al solicitante, pero nunca está de más comunicarlo por si hubiera información adicional. En el caso de ese encargo...— señala el de escolta en Pelidia —Es recomendable que hables primero con la maestra. Por cierto, tú no vas a contabilidad, ¿verdad? Es allí donde se pueden reclamar los pagos por las recompensas, y he visto que nunca vas a reclamarlo. Es ese puesto de ahí, al lado de la tienda.

—¿Eh? Co... ¿compatibilidad? —Miro hacia donde me indica y gracias a las lecciones de Anabella consigo leer, aunque no así entender el significado de esa palabra—. Ah, no, no se preocupe, no quisiera molestar con algo tan tonto, allí deben estar ocupados con cosas más importantes para el gremio.

Agradezco la ayuda de Berner, pero antes de ir a hablar con la maestra quisiera hacer algo. Quisiera ver si puedo por mi propia cuenta hacer más amigos, preguntarle a algún desconocido si le gustaría formar equipo conmigo para esto, así que, armándome de valor, voy hasta las mesas del comedor y me planto frente a la primer persona que veo.
—Em...
Me quedo dura allí con el papel delante de mi cara, tapándola completamente; por más que me esfuerzo no consigo formular ninguna palabra y me estoy empezando a preguntar si de verdad esto ha sido buena idea.

 —Están ahí precisamente para eso. Si no vas a reclamar tu pago no te lo van a dar, van a guardarse el dinero hasta que te decidas a solicitarlo o, en el plazo de dos meses, van a parar a las arcas del gremio. Más vale que lo reclames o irá al presupuesto de dulces de la maestra. Espero haber sido claro.

Tras la explicación Berner vuelve a sus asuntos. Buscas a otra persona a la que preguntar, y te topas con alguien enorme (bastante más de 2 metros) y extremadamente fornido. Da miedo su aspecto, parece casi tan fuerte como Jurgen.

 —¿Puedo ayudarla en algo, señorita?— pregunta con una ingenua amabilidad.

¡Este tipo es inmenso! Creo que hasta más grande que Jurgen. ¿Sería apropiado que me acompañe? Tal vez desperdicie su tiempo en un encargo tan tonto y de bajo rango.
—Señor, em, le... ¿le... g-g-gu...t...ría... encar... ...migo...? —La mitad de las palabras no me han salido o las murmuré demasiado bajito, pero espero que igual me haya entendido porque ya gasté todo lo que tenía y no me parece que me queden fuerzas para repetirme.

Su aspecto me parece familiar, pero no lo ubico, tal vez deba preguntarle su nombre, pero yo no me he presentado aún, debería hacerlo.
—M-m-mimiyu —digo temblando.

El hombre te mira fijamente, atusándose el bigote.

 —La noto muy nerviosa, señorita. Deje que haga algo para relajarla.

El hombre agarra su camisa y la destroza, enseñando su imponente torso a la par que adopta una pose de culturista para exhibir sus trabajados músculos.

 —¡Admire el poder artístico de mis músculos! ¿Verdad que ahora se nota más relajada, señorita?

Cuando recobro el conocimiento oigo voces a mi alrededor. Intento entonces recordar, hablé con Berner, le había preguntado algo sobre el encargo, luego quise practicar conversar con desconocidos, quería hacer más amigos y fui a preguntarle a alguien si quería acompañarme con el encargo y... no sé qué más pasó. Ahora mismo me doy cuenta de que estoy tirada en el suelo.

—¿Dónde estoy? —murmuro débilmente a la vez que empiezo a abrir los ojos y veo el techo del comedor, pero aún no recobro la nitidez.

Milene está a tu lado aplicando un poco de vapor frío hacia tu cara que hace que te sientas mejor.

 —Te ha pasado ese idiota.

Milene señala hacia Frederick, quien está congelado con una pose de culturista. La maestra suspira estresada al ver que el tío sigue tan feliz.

 —No paráis de darme trabajo y problemas...— murmura —Miyu, ¿puedes incorporarte?

—S-sí, puedo, gracias.
Me levanto lentamente y cuando veo aquella escultura de hielo inclino la cabeza confundida.
—¿Eso estaba ahí antes? —pregunto a la maestra—. Es usted muy buena con su magia, doña Milene, esa estatua tiene un detalle increíble. ¿Le gustan a usted los hombres así de corpulentos y musculosos?

Debería aprovechar que está ella aquí para hablarle del encargo, como me avisó Berner.
—Ah, por cierto, si no le es mucha molestia, me sugirieron que hablara con usted sobre esto —le digo, enseñándole el papel que todavía tengo en mis manos—. Aunque no sé exactamente qué es lo que tengo que decirle, lo siento.

Milene frunce el ceño al ver el encargo.

 —Haces bien en preguntarme. Sakura cogió antes este encargo y, tras reunirse con el contacto regresó para renunciar. Al parecer le dio muy mala espina. Si vas a hacerlo ten mucho cuidado, Sakura no suele equivocarse en esto. Si es posible ve acompañada.

—Entiendo... Pero no debería ser muy difícil, la recompensa es acorde a mi rango.

No sé quién es Sakura, pero tiene un nombre zivalo, cosa que me hace pensar, ¿hay más gente de mi región aquí? ¿cómo es que no he conocido a nadie? ...Y yo misma me respondo, pues porque soy una miedosa llorona que no habla con nadie. Tengo que conocer a estas personas, quizás sepan algo de lo que ocurrió en casa hace tres años, aunque no sé si me gustaría hablar de eso con ellos. No, simplemente el poder hacer amigos zivalos me haría muy feliz.
—Creo que estaba preguntándole a alguien si quería acompañarme, pero no consigo recordar. ¡Pero no es encesario que me ayude! Puedo hacerlo sola. Debo hacerlo sola, si quiero mejorar. Sólo necesito encontrar a alguien que parezca fácil de acercarme y hablarle.

 —Era este idiota— señala a la escultura de hielo, la cual se hace añicos volviendo el congelado a la normalidad.

 —Bufff... sí que me dejaste fresquito, maestra— vuelve a hacer otra pose enseñando músculo y te mira —¿Ya estás más relajada? Dime, qué querías preguntarme.

Milene se lleva la mano a la frente.

 —Esto es demasiado estúpido para mí. Me voy a comer dulces.

—Santo cielo, ¡le ha dado vida a la escultura! —exclamo asombrada, sin darme cuenta de que he elevado la voz.
Me acerco a este voluminoso señor con un poco de miedo y le muestro el papel que vengo enseñando a todo el mundo desde hace un rato.
—Señor Estatua, em, quería, pues...
Vamos, puedo hacerlo, es un amigo más, haré montones de amigos en todo el gremio, ¡no descansaré hasta lograrlo absolutamente!
—¡Queríainvitarlohacerestencargoconmigo! —digo con todos los nervios del mundo y tendiéndole el papel para que lo vea.

El hombre te mira sorprendido.

 —¿Por qué está tan nerviosa, señorita? Relájese un poco. Estoy dispuesto a acompañarla. Soy Frederick Antoine Van Bronston, un placer.

Te extiende su vigorosa y enorme mano.

Suelto un gritito por la sorpresa que me da la voz potente de la estatua, pero enseguida logro recobrar la compostura y me planto firme y decidida, no voy a arruinarlo, ha dicho que me acompañará, eso me pone contenta.
—Fu... ri... Aton...
Y ya lo estoy arruinando. ¿Por qué tiene que tener un nombre tan difícil? Me recuerda... ¡Ah!
—Ahora entiendo, la maestra quiso hacer una estatua de hielo para regalarle a la capitana Borsonton —me explico a mí misma juntando la palma con el puño—. Pero la capitana es una mujer, quizás lo haya olvidado y, como le salió mal, le dio vida y ahora se ha convertido en un miembro del gremio.
Otra vez alguien me presenta su mano y entiendo bien qué se supone que haga.
—El gusto es mío, señor Furenton Bontorson —le devuelvo el saludo apoyando la palma de mi mano encima de la suya—. Así que, bueno, por ahora deberíamos ir a hablar con alguien que se llama Ru...lo... Rudolf, en la Ruda del Oste.
Interiormente agradezco a Anabella por las lecciones de lectura.
—Yo ya estoy lista, así que lo esperaré afuera en la fuente hasta que usted también lo esté.

 —¿Capitana? Entonces conoce a mi hermana. Mucho gusto, señorita— te estrecha la mano y la agita vigorosamente —Puedes llamarme Frederick, o Fred si te parece complicado. Yo puedo ir tal cual, con lo que llevo puesto.

 —Ni hablar, tú no vas a ir así con el torso desnudo, maldito exhibicionista con músculos en lugar de cerebro. Ponte algo encima.Una vez Frederick se puso otra camisa fuisteis a la posada Rueda del Oeste.