Partida Rol por web

 No podemos usar a los ancianos para esas cosas. Por muy vigorosos y capaces que parezcan, el más mínimo incidente causaría serios problemas al gremio de cara a las autoridades, y es muy probable que ocurriese eso. Sobre todo si nuestro abogado está en otro país ahora mismo. Me opongo a ese plan.

Anciano: Y de todos modos, no sabemos dónde ha ido ese malnacido, de lo contrario habríamos ido a cantarle las cuarenta. Solo lo sabe esa secretaria suya, pero no suelta prenda. Es una mala mujer, va siempre con su fusta a apartar a golpes a todo el que se le opone. El director lleva tiempo aprovechándose de nosotros y de nuestras familias - el hombre intenta ponerse de rodilla pero le cruje la espalda. Del respingo que da se le sale la dentadura, la cual acaba en la cabeza de Sho en una postura como si le estuviese mordido. La cara del gato es de grima absoluta.

 Quitadme esto. Por favor. Ya.

Anciano: Rayos, ya no puedo ni suplicar... me gustaría ofreceros algo como pago, pero nos lo han quitado todo...

 Yo no puedo quedarme impasible conociendo la verdad. Os pagaré 50 de oro extra si ayudáis a estas personas mayores. E incluso iría yo mismo si no tuviese que velar por la taberna de mi padre.

Me mantuve impasible en todo momento, observando, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de "si me tocas, te reviento" en el rostro. Escuché al anciano y esta vez sí hablé, con un tono seco: -¿Y acaso ésa es una razón para tratar mal a los demás?- pregunté, mas si hubo respuesta, la ignoré por completo. No volví a abrir la boca.

Cuando la dentadura voló desde la boca del anciano, aterrizando en la cabeza de Sho, me acerqué al gato y le quité la prótesis sin inmutarme. Luego se la devolví a su respectivo dueño y retrocedí, situándome junto a Assam, cruzando de nuevo los brazos.

Que otros pensaran. Yo había tenido suficiente por hoy.

El alquimista miró con suspicacia al gato, y respondió arrugando la frente.

¡Oh vamos!  exclamó resoplando. ¿Las autoridades? Te preocupas por cosas nimias.. las autoridades han sido incapaces de atajar el problema de estos.. miró al viejo que salió a disculparse. indefensos ancianos. ¿Van a venir al gremio para acusarnos de darles techo y refugio? movió la cabeza suspirando, pero terminó por respetar la decisión de Sho, al fin y al cabo era su superior. 

Mientras Abrahel quitaba la dentadura de la cabeza de Sho, Assan miró con suspicacia comentando con ironía.

Claro, un plus para sacarlos cuanto antes.. sonrió como si nunca hubiera roto un plato. Tuvo la tentación de pedir más como plus, pero dado que estaban haciendo el trabajo al fin y al cabo, optó por no quejarse y asentir. Aunque escuchó la respuesta de Abrahel, ladeó la cabeza, al fin y al cabo no le faltaba razón.

Razón.. razón.. tiene. dijo con la boca pequeña. Pero bueno.. al menos este buen anciano salió a disculparse. le dió una palmada amistosa en la espalda, algo crujió y no fueron los huesos de Assan. Pues.. iremos a visitar esa secretaria.. a hacerla cantar.. bueno.. confesar.. a ajustar cuentas.

Al dar la palmada amistosa el anciano emite un lastimero quejido.

Anciano: Aaaaay... Adiós a mi clavícula.

Cuando el alquimista propone ir a visitar a esa secretaria Sho asiente con la cabeza.

 ¡Vamos allá, seh!

Vais directos a la residencia, la cual estaba cerca. Al entrar os encontráis con todo inaccesible y vacío, quedando tan solo una mujer con gafas que se dedica al papeleo.

La mujer, al percatarse de vuestra presencia, os mira. Sus gafas emiten un brillo lleno de malicia.

Mujer: ¿Se puede saber qué diablos se os ha perdido aquí? - pregunta con absoluto desprecio.

Llegamos a la residencia, y mi mal humor casi parecía emanar un aura de oscuridad: labios apretados, respiración fuerte, ceño fruncido... quería golpear algo, no lo voy a negar.

Me acerqué al mostrador donde estaba la secretaria y, con voz calmada, dije: -Hablando de diablos...- acaricié mis colmillos con la punta de mi lengua, sólo para que ella los viera -Estamos buscando al director de la residencia por un asunto de vital importancia- ¡y vaya si era vital! O resolvíamos el problema de esos viejales, o ya me veía perdiendo un cuerno en el intento de sacarlos por las malas.

Vamos, cariño. Tengo un día de mil demonios... dame una razón para cogerte de la pechera y estamparte contra la pared, pensé sonriendo por dentro.

La señorita mira impasible a Abrahel, y no parece inmutarse ante sus colmillos. Coge una lima y empieza a arreglarse las uñas, como si la cosa no fuese con ella.

Mujer: Pues el director no está, se ha ido de viaje. Que tengan un buen día.

 ¿Podría decirnos dónde está, por favor?

La mujer le clava una mirada al gato de las que matan.

Mujer: No os incumbe su paradero - coge un morral de agua y le echa un poco a Sho con intención de ahuyentarlo - Ale, largo gato.

Por la cara que puso, Sho parece molesto con la actitud indiferente e irreverente de esa tía.

Tal como anuncio el anciano, la secretaria parecía una arpía que necesitaba un buen rapapolvo. Pensando en las razones por la que las ancianos habían decidido hacer la guerra por su parte, Assan miró a la mujer a medida que declinaba las dos peticiones formales que le realizaban. 

Verá, señorita. se inclinó sobre la mesa mirándola con suspicacia. Llevamos un día muy ajetreado, y ni siquiera ha llegado medio día. tomó aire. Aquí mi compañera paladina mitad demonio mitad humana está deseando impartir justicia. Y con deseando, me refiero a sacar la mano a pasear, y cree que lo que les está sucediendo a esos vejes.. indefensos ancianitos es injusto, ¿sabe a lo que me refiere? le guiñó el ojo. Necesitamos con urgencia saber dónde se encuentra ese director, para que se haga justicia. Porque a todos nos gusta lo que es justo, ¿verdad? sonrió tan encantandor como amenazador.

Una excusa, dame una excusa..

La secretaria mira con absoluta indolencia a Assan, y señala su cara.

Secretaria: ¿Tengo cara de que me importen vuestros temas? - mira a Abrahel - Así que paladina. Que sepa que si rompe algo o me pone un dedo encima me quejaré a su orden, y lo mismo va para vosotros. Si tocáis algo os comeréis una demanda como la copa de un pino. Esos viejos me importan un comino, por mí como si van a dar la tabarra en el castillo real. Mirad mi cara, dice esto: me importa un pimiento. Si han terminado les invito a que salgan por la puerta. Adolf, acompáñales.

La actitud de esta mujer empieza a ser totalmente irritante, que para colmo ha llamado a un tiarrón grande y muy corpulento pero con cara de no tener muchas luces.

Quizá fuera el enfado, quizá la mala uva que me hervía en las venas, pero por primera vez en mi vida... sonreí.

-Oh... querida... si te pongo la mano encima no tendrás dedos ni lengua para quejarte a mi Orden- vi de reojo al hombretón acercarse y saqué mi hacha, apoyando la hoja sobre la mesa -. Yo tú no me inmiscuiría, grandullón, o te voy a cortar las puntas a ras del cuero cabelludo.

Me incliné hacia adelante, clavando mis ojos en los de la secretaria.

-Señorita, está obstruyendo una investigación y créame, los daños colaterales están a la orden del día últimamente...- afiancé mi agarre al mango del hacha, casi como si tuviera el cuello de la secretaria en mi mano y empezara a estrangularlo -Van a suceder dos cosas: o me dices donde encontrar al director, o te voy a patear tan fuerte el trasero que tendrás que aprender a defecar por la boca, preciosa.

La expresión indolente del rostro de la secretaria se borró, tanto por la respuesta de Abrahel como por ver cómo su matón se alejaba asustado. Ella nota cómo por la sien va bajando el sudor, que caía a chorros cuando veía cómo la semidiablesa aferraba con fuerza la empuñadura de su hacha.

Secretaria: Cala de la Sirena. Está en Cala de la Sirena, le encanta apostar el dinero en el casino. Es todo lo que sé, se lo aseguro...

Sho esboza una sonrisita.

 ¿Ve cómo era tan fácil ser amable? Ah, y si se le ocurre pensar en denunciarnos por intimidar, nuestro abogado es Michael Law, así que ni lo intente que perderá el juicio si es que llega a celebrarse - los ojos del felino centellean intensamente.

La mujer traga saliva.

Secretaria: Descuide, no les causaré problemas, lo juro...

Suerte... Suerte tuvo la mujer de que no arremetiera contra ella igualmente después de decirnos dónde estaba el director, mas ante todo, debía rendir honor a mi oficio. Ella cumplió su parte del trato, por tanto, la dejaría en paz.

No obstante, tras apoyar el mango del hacha en mi hombro y mirar altiva a la secretaria. Hice un ademán rápido de atacarla, pero me detuve, solté una carcajada seca y seguí a Assan y al gato hacia el exterior.

-Necesitamos a nuestras monturas- dije, muy seria.

Bueno, parecía que las dotes disuasorias de Abrahel habían surtido efecto. Assan miraba la escena con cara de circunstancias, pero ya le pareció bien. Probablemente él hubiera convertido la mesa en algo.. en algo.. no sé.. agresivo, ¿no? Y ya que todos estaban diciendo la suya, el alquimista se plantó delante de la secretaria, la miró a los ojos y..

Que no se te olvide.. ahí puso la cara de más chungo que pudo poner, aunque en realidad era bastante teatral todo. Al ver que casi le suelta un galletón, Assan se preocupó, pero dado que la cosa no llegó a más salió junto a los demás.

Eh.. yo no me acerco a tu caballo ni loco.. soltó de repente recordando con dolor las coces. Es decir.. saca a tu animal primero.. que yo sacaré luego a Moteada. torció el morro, joder.. ¿pero no habían dejado de doler las coces? ¿Cuánto hay de aquí a Cala de la Sirena?

 Está a unos 3 o 4 días a caballo, al sur. Vosotros id adelantando, yo tengo que preguntar a la dama un par de cosas más sobre cómo es ese director.

Os adelantáis para ir de vuelta al gremio a por los caballos, y allí lo primero que veis es a un hombre salir despedido de las cuadras a un felino de pelo negro, con uniforme de guardia. Abrahel ya se teme lo peor: Mal Bicho ha agredido a un agente de la autoridad.

Y así veis, cuando os acercáis al felino, quien se levanta rápidamente y se sacude la ropa. A él se acerca una cara que a la paladín le resulta familiar: el de una elfa paladín, de cabellos dorados y ojos azules que lleva una armadura color esmeralda que es inconfundible. Se trata de Keyleth Aldren.

¿Será posible que regresaran mientras fuisteis a la taberna? De hecho el interior del gremio está abarrotado de gente.

 ¡Cielos, Irvine! ¿Estás bien?

 Sí, solo estoy un poco dolorido... au, maldito caballo, me enganchó en cuanto pasé al lado.

 ¿Esto te lo ha hecho un caballo? No me digas que... ¡Espera, es Mal Bicho! - se gira a su alrededor y ve a Abrahel, y entonces esboza una amplia sonrisa - Qué alegría verte, Abrahel. Veo que tu caballo sigue igual de arisco.

Keyleth sigue igual de elegante y hermosa, si bien parece tener cara de agotamiento. ¿Tan cansado es asistir a una coronación?

-Acóstumbrate a llevar manzanas o zanahorias encima- le dije a Assan -. A Mal Bicho, como cualquier macho, lo conquistas por el estómago.

Dicho esto, me encaminé hacia el Gremio, con paso firme. Podría ir volando y atajar, pero quizá Assan tendría vértigo... y pasaba de que me echara la pota encima.

Ya cerca de las cuadras del Gremio, observé con asombro cómo alguien salía despedido de los establos -¡Por todos los Dioses! ¡Voy a matar a este caballo...!- exclamé, apresurando el paso para disculparme, una vez más, del poco tacto de mi montura.

No obstante, al acercarme, reconocí a la mujer elfa que se acercó a socorrer a la última víctima del Tirano Mal Bicho.

-¿Lady Keyleth?- pregunté, ralentizando mi paso -¡Qué dicha veros de nuevo!- vale, que sin sonreír, aquella frase podría resultar un poco... perturbadora. Miré a Mal Bicho y entrecerré los ojos, furiosa -Sí... cualquier día lo vendo a una carnicería- el aludido se ofendió, relinchando en protesta -¡De semental nada! Hay que asegurarse de que tu mala uva no se transmite a otra generación...- le espeté al caballo, antes de mirar a la elfa, el alquimista y el agredido como si no pasara nada.

-Lamento lo ocurrido- dije, solemne al felino, y luego me dirigí a Keyleth -. Milady, parecéis agotada.

 No te preocupes, son cosas que pasan cuando tienes un caballo tan enérgico - se ríe discretamente.

 Y tanto. Creo que te puede mandar a cualquier parte del reino de una coz - comenta el soldado mientras se duele la nalga - Au...

Abrahel recuerda cuando conoció a Keyleth. Ella era una elfa demasiado inocente y tímida, algo remilgada y con un aura que apestaba a nobleza. Y para colmo era una belleza, lo que hizo que en un principio a la semi-infernal le cayera fatal. "Buah, la típica elfa que se dedica a esto por capricho", pensaba ella.

Pero entonces Keyleth fue secuestrada por unos bandidos orcos, y 2 o 3 meses después fue rescatada por un aventurero que, según la elfa, murió mientras ella escapaba en un carruaje. A raíz de aquello Abrahel vio en Keyleth una actitud muy diferente. Se enteró de que Keyleth quería ser paladín para agradar a su estricto padre, pero tras el secuestro demostró compromiso y vocación. Aun así Abrahel no confiaba en ella hasta que un inquisidor la tomó con la infernal cuando descubrió su herencia demoníaca, llegando a decir que debían ejecutarla inmediatamente. Keyleth dio su cara por ella y logró convencer a ese inquisidor para que le diese una oportunidad. A raíz de aquello Abrahel empezó a verla con otros ojos, sobre todo cuando vio una vez cómo la elfa mostraba su temperamento barriendo el suelo con un par de alborotadores que tonteaban y se burlaban de ella.

Abrahel se interesa por el estado de la paladín, quien parece agotada.

 Sí, ¿verdad? En Ojo de Leviatán tuvimos un serio problema con una invasión de siervos del vacío, y casi perecemos todos. Por suerte logramos acabar al que estaba detrás de ello e interrumpimos su plan. Fue una batalla de grandes dimensiones. Pero no te preocupes, estoy bien. Solo es un poco de cansancio, con que duerma 48 horas seguidas será suficiente - bromea.

¿Siervos del vacío en Ojo de Leviatán? Definitivamente allí han tenido toda una aventura, aunque Assan no sabe bien de qué hablan sobre esas cosas.

 Por cierto, te lo pido una vez más: tutéame, por favor. Somos amigas, ¿verdad? - la elfa espera la respuesta de Abrahel y luego se dirige a Assan - Ah, disculpad. Soy Lady Keyleth Aldren, paladín de la Orden de la Espada Radiante y aventurera superclase de Pluma de Fénix. Y él es Irvine Grayclaw, el guardia que vigila la entrada.

 Eso cuando no ando por ahí con Anko... la verdad es que este gremio no necesita vigilancia alguna, está lleno de monstruos a los que nadie querría enfrentarse - esboza una sonrisa felina.

 Cierto. Por cierto, ¿qué...?

 Lo siento, Lady Keyleth, pero estamos en mitad de un encargo. Me alegra verte de vuelta y de una pieza, he escuchado lo que habéis comentado.

 ¡Sho! Me alegro de veros. Si estáis en mitad de un encargo no quisiera entreteneros. Y si necesitarais algo os recomendaría visitar la tienda del gremio.

Alcé las cejas sorprendida.

-Siervos del Vacío... es extraño. Definitivamente el mundo se está volviendo majara- comenté.

Negué con la cabeza cuando me pidió -Lo lamento, Lady Keyleth, mas ya hemos tenido esta conversación- hablaba con afecto, a pesar de no esbozar ni un atisbo de sonrisa -. Soy proclibe a dirigirme a otros por su rango o título, mi señora. Por mucho que lo intemos, eso no variará- apoyé una mano amistosa en su hombro -. Mas ya sabéis que gozáis de mi afecto y mi amistad.

Miré al felino que Mal Bicho había pateado -Un placer, Irvine. De nuevo, lamento lo que mi "asno cabezón" le ha hecho- incliné respetuosa la cabeza hacia él y enfoqué a mi maldito caballo de los infiernos. Definitivamente, el semi infernal parece él, no yo- pensé, antes de mirar a Irvine y a Keyleth -. Si nos disculpan, debemos terminar nuestra tarea. Cuidáos mucho, milady.

Me acerqué a los establos apretando los dientes. Los presentes pudieron escuchar golpes, relinchos y maldiciones. Cuando el gato y Assam se acercaron, pudieron verme sujetando a  Mal Bicho por los senos nasales y con mi frente pegada a su cabeza, ambos mostrando los dientes. 

-Una más, y te convierto en salchichas... ¡¿Me has entendido?!

Emprendiendo el camino hacia los establos, Assan escuchó al truco de Abrahel y le pareció razonable mientra asentía.

Claro, tiene su senti.. abrió los ojos y miró a su compañera. ¿Cómo que a los machos? bufó poniéndose de morros mientras seguía adelante. ¡Eso no es cierto! ¡También se nos gana con una buen par de..! se quedó callado, tensó, mirando a la paladina y con las manos dirigiéndose peligrosamente a su pecho de alquimista. Sí, por el estómago. cortó en seco poniéndose de morros.

Ya llegando vieron como un tipo de azul, que resultó ser una suerte de guardia, salió volando. Abrió los ojos sorprendido, y la alarma de Abrahel dirigiéndose hacia allí. El alquimista hizo lo propio, no en vano su Moteada también estaba allí.

¿Pero qué narices..? soltó al ver la estampa. Arrugó la nariz dirigiéndose a su yegua élfica mientras miraba con suspicacia a Mal Bicho. Eso sí, una suspicacia con diez metro de seguridad. Ignorando la conversación de fuera, parecía que la elfa conocía a Abrahel, ensilló a su caballo dispuesto a marchar.

Que les vaya bien. dijo más ufano a la pareja que habían tenido el encontronazo con el animal de Abrahel, y saliendo sintió un escalofrío, miró hacia una de las ventanas del Gremio y los vio allí, a los tres, a la Tríada del Apocalipsis mirándole fijamente. Sí, sabía que significaba esa mirada, y sabía que si se marchaba ahora aún sobreviviría una semana más. Tenían hambre, tenían hambre y ya conspiraban con asaltar las despensas del Gremio. Mientras Assan se volvía hacia el camino alzaba la mano despidiéndose de sus queridos mininos, sabía que iban a cuidarse solos, solo era cuestión de tiempo que Coronel pusiera un plan al que Comandante se uniera entusiasmado y General lo contemplara con absoluta indiferencia.

Sí, creo que me irán bien unos días lejos de la ciudad. dijo de repente con una sonrisa amplia, ignorando que nubarrones negros se cernían sobre el Gremio.

Tras despediros de Keyleth e Irvine montasteis en vuestras monturas para encaminaros hacia Cala de la Sirena. Sho se montó con Assan, suponiendo poco problema gracias a su pequeña estatura.

Antes de abandonar Pelidia, Sho volvió a ir a la residencia para recabar información adicional. El director se llama Malgas Topasta, y es un hombre de unos 54 años, bajito, rechoncho y calvo con cejas y bigote poblados y desaliñados. Es un asiduo de los casinos y un hombre muy pervertido y amigo del lujo.

Tras varios días llegasteis a Cala de la Sirena.

Cala de la Sirena es una próspera ciudad turística con una hermosa playa, chiringuitos, hoteles, casinos, balnearios... todos los años hay una gran afluencia de visitantes gracias a los innumerables servicios que ofrece esta ciudad vacacional.

Mientras os adentráis en la ciudad para empezar a buscar al director de la residencia podéis ver a los turistas por la playa, con ropa de baño (Assan podría dar buena cuenta de las hermosas chicas en bikini).

 Hace un poco de calor aquí - comenta Sho, secándose el sudor con un pañuelo como buenamente puede, pero al tener tanto pelo le resulta difícil - Estoy por ir a refrescarme un poco, pero el encargo es lo primero. Bueno, ¿por dónde empezamos a buscar al director?